La Palma: un ´pulso´ entre el hombre y la naturaleza
El volcán de Cumbre Vieja en la isla de La Palma sigue vivo, demostrando la fuerza de su poder de la mano de la naturaleza, el cual insiste en seguir expulsando Piroclasto (piedras ardientes) que bajan en grandes coladas con destino al mar, pero sin dejar de destruir todo lo que se encuentre a su paso. Del mismo modo, hay días que parece que va claudicando en su actividad o que va debilitándose, pero nada más lejos de la realidad. Es decir, son estrategias de un volcán inteligente que la naturaleza utiliza para desorientar a los especialistas en vulcanología. Muchos son los científicos que están estudiando este fenómeno lávico que insiste en hacer daño y herir los sentimientos de todos los palmeros/as. El rugir en la noche de sus terribles fauces generadas desde las entrañas de la tierra, motiva que los habitantes de la Isla Bonita no puedan conciliar el sueño, provocando que cientos de personas tengan pesadillas y miedos, motivando asistencias psicológicas.
Libertad personal
La sociedad en que vivimos, en pleno siglo XXI, donde la pandemia del COVID-19 y sus consecuencias, reflejadas en restricciones, limitaciones de movimiento o confinamientos, han creado un estado de excepción, donde se ha coartado la capacidad de relacionarse personalmente, tan vital en los seres humanos. Si unimos la digitalización, con sus buenos frutos, pero también, con sus innegables peligros, ya que nos envuelve, condiciona y crea hasta adicción, haciéndonos perder el tiempo y vivir permanentemente conectados artificialmente, hace que se olvide o mejor dicho, se rechace el diálogo presencial, desechando la tradicional costumbre de hablar, pero sobre todo, de escuchar, que se está perdiendo, si ya no se ha olvidado.
¿A quién no le ha pasado?
Y es así. A todos, en mayor o menor medida, nos ha pasado alguna vez. Conozco casos de gente que un sábado por la noche deciden salir a cenar y terminan cogiendo un barco el domingo por la mañana para ir a ver a un amigo a Tenerife. O quienes salen a tomar algo y terminan en la casa de alguien que no conocen, con gente que no conocen sin saber qué demonios hacen allí. No, no son ejemplos propios puestos en tercera persona. No me sea usted mal pensado, por favor.
Desequilibrios en una sociedad globalizada
Esta interconexión entre continentes, que ha abierto la puerta a la movilidad sin límites, también ha desembocado en un crecimiento exponencial del consumo de materias primas, de la demanda energética y, por tanto, de la necesidad de disponer de vías de comunicaciones marítimas capaces de dar respuesta al transporte constante de mercancías.
Hacemos dioses sin hacer milagros
No descubro nada nuevo, si escribo que en esta etapa de nuestras vidas muchas son las cosas que vienen ocurriendo, especialmente cuando el ser humano sigue haciendo dioses sin hacer milagros. Por otro lado, que duda cabe que no nos queda otra que adaptarnos a las nuevas medidas y exigencias de la propia evolución del ser humano, asociada a los avances tecnológicos, junto con las actuales pandemias y cambio climático y vivir o sobrevivir en un mundo de mucha improvisación. Podríamos hablar o pensar sobre el futuro, pero tal como están las cosas, creo que lo mejor es vivir el presente de cada uno de nosotros, pues el futuro no tiene un guion fiable que nos haga asegurar absolutamente nada.
Miedo tramposo
Hay un miedo existencial latente en el conjunto de la sociedad, derivado de los presagios agoreros de políticos interesados, ecologistas radicales, seudocientíficos, divulgadores de dudosa catadura ética, comunicadores mesiánicos y otras raleas que andan pululando por doquier. Avistan catástrofes por todos lados y por cualquier circunstancia, como si fueran unos milenaristas modernos, donde proclaman, con grave seriedad, la degradación del mundo, su final y una apocalíptica temeraria. Nos quieren inocular el miedo, para paralizarnos: pandemia, apagón general, tormentas solares que se dirigen a la tierra y ahora también, vuelven con el cambio climático, como tema estrella y mañana se inventarán otro. Lo que pretenden es mantener una sociedad atemorizada, para controlarla fácilmente. Utilizando y nunca mejor dicho, a las personas como marionetas, para intereses políticos o económicos inconfesables.
Compromiso
Es evidente que queda un camino largo de trabajo incesante desde las administraciones públicas, que deben remar en la dirección de la unidad de acción para sortear estas vicisitudes desde la disposición de recursos dimensionados a la realidad que viven las islas. De ahí la importancia de dotarnos de instrumentos económicos potentes, capaces de garantizar los servicios esenciales y articular mecanismos inversores para generar empleo y riqueza en Canarias.
La ambición la dejaron en casa
Esto no quita para que en la COP26 también haya habido avances en materia de adaptación climática, ya que los países ricos han empezado por fin a responder a las peticiones de fondos y recursos de los países en desarrollo para hacer frente al aumento de las temperaturas. Además, en esta conferencia, por primera vez en sus casi 30 años de historia, se ha mencionado explícitamente la necesidad de abandonar los combustibles fósiles, aunque a última hora algún país introdujera cambios que han suavizado el logro.
¿De verdad que somos tan inteligentes?
No sé si será por la edad que tengo o porque cada día observo que en la sociedad donde vivo y me muevo, ya nada es igual que en la época de mi infancia. Es lógico, mucho ha llovido desde aquel pasado al actual presente. No descubro nada nuevo, si escribo que mucho han sido los avances en el mundo de la tecnología. Una revolución tecnología que nos seduce adelantarnos a nuestro propio tiempo.
La Palma es fortaleza
La erupción volcánica en La Palma está teñida de tragedia humana, económica y social. Los sentimientos están a flor de piel, porque las pérdidas materiales, no son exclusivamente las que provocan desasosiego, sino también, los recuerdos, las vivencias, el arraigo a la tierra donde se ha vivido por generaciones y sufrir en un instante, el vacío de quedarse sin nada. Los damnificados merecen todo respeto, ayuda, solidaridad y mucha comprensión. Las administraciones han prometido de todo y en colores, más ayudas, de lo que seguro van a cumplir, no porque no quieran, sino por su intrínseca incapacidad gestora, que hace que la burocracia ralentice todo, lo pare y al final destruya cualquier iniciativa.