Jesús Lara González de Quevedo27.03.2020 | Redacción | Relatos
Por: Jesús Lara González de Quevedo
Cada amanecer, desde cualquier rincón de mi amada tierra, mi España.
Un país asustado, entristecido y debilitado, llora a gritos desconsoladamente, viendo como de una manera tan confusa, cruel y miserable, nuestros mayores van convirtiendo en lindos ángeles del cielo, abandonando sin excusa sus vidas de una manera desgarradora.
Todo debido a un sufrimiento inesperado del destino que no estaba escrito en el libro de nuestro ahora saturado pensamiento.
Tanto esfuerzo que habéis demostrado durante una larga vida de trabajo, esfuerzo y dedicación, para que al final, seáis vencidos y cruelmente abandonados en esta guerra en la que actuamos todos de una manera o de otra.
Todo por un maldito virus incansable, que aprovechando vuestra fragilidad os ataca sin compasión.
Solos, entre cuatro paredes, en una fría cama, sin poderse aferrar al tacto de una mano conocida, o un abrazo esperanzador que os de fuerzas para intentar escapar de esta larga y profunda pesadilla que no llega nunca a su fin.
Hoy, derrotado, sin fuerzas, sin ánimos, todavía viviendo este horror, quiero desde lo más profundo de mi alma, regalaros estas sencillas y cariñosas palabras, aunque mi corazón roto y dolorido sabe que merecéis muchísimo más.
Vuestra inesperada y devastadora ausencia, dejará muchas preguntas incomprensibles en el aire, sin poder contemplar ninguna respuesta acertada en aquellas personas que os buscaran sin descanso, todas las noches en la estrella que más brille en el cielo y sus delicadas lágrimas no podrán soportar ese dolor que les atraviesa el alma.
La desesperación o la impotencia de muchos de nosotros por no poder hacer nada en estos momentos tan necesarios, nos hará comprender que aunque sois imprescindibles
en nuestras anuladas vidas, alguien ha decidido que otros tengan más derecho para vivir que ustedes.
Por eso pido desde un rincón de mi amada tierra, que vuestro descanso eterno sirva para darnos cuenta que de nuevo lo habéis vuelto a hacer. De nuevo habéis luchado con un gigante maligno hasta la muerte para que nosotros, los más jóvenes, pudiéramos seguir con nuestras vidas recordando día a día vuestra valiosa hazaña.
Ustedes nuestros mayores, abuelas, abuelos, padres, madres, tíos, amigos, compañeros… Ustedes sois en esta dura realidad, nuestros únicos y verdaderos héroes.
Siempre en nuestros corazones, mientras la luz de vuestra alma alumbre nuestro camino os seguiremos recordando en cada momento.
