24.04.2017. Redacción / Opinión
Por: Grego Calzadilla.
Hay un dicho en el mundo, bien conocido por todos, que indica lo siguiente: “Nunca sabes realmente el valor de lo que posees hasta que lo has perdido irremediablemente para siempre”.
Parece un tópico pero, lamentablemente, la gran mayoría de nosotros no sabe la verdadero importancia de su significado, y no otorga correcta y adecuadamente el suficiente valor a esta máxima sagrada. Nos pasamos toda la existencia enojados, estresados y de mal humor, más por lo que creemos que nos falta para ser felices que por lo que tenemos y no sabemos disfrutar.
Pero… ¿Qué tenemos, si no poseo trabajo ni dinero para comprar lo que me falta o para mantener lo que tengo, por ejemplo? dirán algunos...
Muchas personas creen que sólo se posee y se puede perder lo que se ha conseguido con dinero, trabajo y sacrificio, y es por eso que cuando no pueden continuar adquiriendo bienes materiales o teniendo comodidades se sienten amargadas y frustradas; y es que nunca han prestado la suficiente atención a todo aquello gratuito que la vida les regala cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo de su existencia, durante años y décadas enteras.
Es normal que se sientan vacíos y tristes porque piensan que la libertad, la salud, la amistad, la paz… el poder expresarse libremente sin que se les encarcele o asesine, el poder vestirse como les dé la gana sin que se les juzgue o se les viole por estar provocando o incitando a los demás, el poder rezar o creer en lo que se quiera sin ser tachado de blasfemo o ateo, el poder viajar y conocer otras culturas y países sin que se les considere desertores o traidores a la patria, el poder tener acceso libre a la información para crecer, aprender y salir de la ignorancia sin que se les censure o sancione, o incluso el poder tener un juicio justo e imparcial, si cometen errores, sin que se les castigue injustamente o se les condene a muerte, no tiene la más mínima importancia para ellos. Es más, incluso, a la hora de nacer, el estar tranquilo y no dar importancia al sexo con que se venga al mundo, porque eso en muchos lugares marcaría la diferencia entre sobrevivir o ser aniquilado, tampoco tiene la mínima importancia para aquellos que están más pendiente de poseer el último modelo de celular que salga al mercado o de atrapar al más estrambótico pokemon, que de contemplar la grandiosidad de una puesta de sol, de disfrutar de la sonrisa de un entrañable amigo, o de sentir el cálido abrazo de un ser querido.
Si eres de los que opina que teniendo la cartera llena lo puedes adquirir y solucionar todo, si eres de los que te cuesta “dar las gracias” después de haber comprado algo con dinero, porque dictaminas que no es necesario ya que lo estás pagando, o si eres de los que no valora lo que tiene porque cree que le corresponde por derecho propio, y nunca le va a faltar...piensa que ante una circunstancia límite donde peligre tu vida, ante una enfermedad grave que no posea cura, ante un accidente donde te tengan que amputar cualquier parte del cuerpo, ante un ser querido que se te ha ido inesperadamente, o ante una situación en la que te encuentres que no existan tiendas ni manera posible de comprar nada, ni siquiera alimento, por muy millonario que seas, todo tu dinero y todo tu poder no te va a servir absolutamente de nada para sobrevivir y salir victorioso.
La gratitud no es solamente un acto de cortesía y civismo de gente educada y de buena fe, sino que constituye uno de los pilares más fuertes y robustos en los que se sustenta la felicidad, cuando se realiza desde el corazón y de manera sincera, honesta, consciente y reflexiva.
No nos dejemos arrastrar por el torbellino de preocupaciones diarias banales y sin importancia, y no perdamos la orientación de lo que verdaderamente importa en esta vida.
Cuando tengamos un mal día… ya pasará.
Cuando no nos salgan los planes como queramos… ya nos saldrán.
Cuando discutamos con cualquier ser querido o persona que nos acompañe en nuestra fugaz existencia en este planeta… aprendamos a entender que no merece la pena discutir por tener la razón, porque la razón no es de nadie, y nadie la tiene. Sólo son puntos de vista diferentes.
Cuando nos sintamos que no valemos nada y nos empequeñezcamos sin motivo…entendamos que nuestro valor radica más en nuestros valores, y en lo que somos, que en lo que tenemos o podemos comprar.
Pensemos que, tal vez en este momento que estamos tan amargados por que se nos averió el coche o porque alguien nos lo golpeó, porque no pudimos comprar las entradas al concierto de nuestro ídolo favorito, porque se nos rompió el móvil o nos lo robaron, porque nuestro hijo suspendió un examen o no sacó la nota que esperábamos, porque la mascota nos ensució la alfombra que compramos en la India en las vacaciones pasadas, porque el banco nos devolvió el recibo de la luz o del agua, porque no conseguimos trabajo y estamos todo el día aburridos en casa (¡nuestra casa¡), porque hemos discutido o nos ha abandonado nuestra actual pareja, o por cualquier otro motivo que sea, en este mismo instante hay gente en el mundo que muere de hambre, otros que perecen ahogados y sus cuerpos sin sepultura flotando y perdidos para siempre en ese océano que un día les iluminó la mirada y les prometió la ilusión de una nueva vida, y otros que ni tan siquiera se le permite llorar al enterrar a sus muertos, alzar su voz para quejarse o reivindicar sus derechos, o protestar para vivir con dignidad y en libertad sin que sean por ello masacrados, oprimidos y asesinados.
Levanta la mirada del ombligo, contempla el horizonte ilusionado y con esperanza, y aprende a reconocer y disfrutar de todas esas cosas buenas que el Creador y la vida te han proporcionado y regalado sin exigirte nada a cambio; tal vez sólo el que muestres un poquito de gratitud y apreciación sincera, propia de los bienaventurados y biennacidos.
Si aún piensas que todo esto que te he plasmado en estas letras es más de lo mismo, de eso que ya sabes pero siempre tienes una excusa para no practicar, quiero adjuntarte junto a esta reflexión, el conmovedor y estremecedor testimonio de Yeonmi Park, una de las pocas jóvenes norcoreanas que ha tenido la fortuna y la suerte de escapar del régimen del dictador Kim Jong refugiándose en Corea del Sur. Actualmente tiene 24 años y es defensora de los derechos humanos en todo el mundo, y destacada activista a favor de la defensa de los refugiados de Corea del Norte que están en China y otros países vecinos.
El enlace del vídeo se encuentra en mi canal de Youtube, en la lista de reproducción “Autoestima y superación personal”, bajo el título de “Yeonmi Park, el testimonio de la norcoreana que escapó del horror”.
Lejos de cualquier connotación política, que siempre es manipulada y empañada por la oscuridad y el subjetivismo interesado, quiero que únicamente lo mires y escuches con detenimiento para entender mejor lo que significa haber nacido en un lugar libre y en democracia. Y cada vez que te aflijan tus preocupaciones banales e insignificantes, sirva éste para recordarte lo afortunados y dichosos que somos, y lo felices y entusiasmados que deberíamos sentirnos a cada momento de nuestra existencia, simplemente por poder vivir la vida en absoluta paz y libertad.