19.01.2019. Redacción | Opinión
Por: Paco Pérez
pacopego@hotmail.com
En ciertas ocasiones, el infortunio, el destino, la mala suerte o la desgracia se ceba con determinadas personas o con un grupo de seres humanos, como una familia en concreto.
La persona que me contó esta historia tan trágica como real de una unidad familiar canaria me aseguró que no es ninguna leyenda urbana, a la vez que me quiso transmitir un mensaje desgarrador de quienes, sin nosotros saberlo, han padecido la última gran crisis económica en nuestro país, que surgió a partir de 2008 con la aparición de la gran burbuja inmobiliaria.
Es el triste y espantoso relato de una mujer estudiante de casi cuarenta años de edad, que está cursando en la actualidad un máster un máster en una universidad de nuestras Islas, que perdió a sus padres en un corto período de tiempo y que no conoce el paradero de un hermano.
La familia a la que me refiero, poco tiempo después del comienzo de este siglo, adquirió una vivienda unifamiliar en una localidad muy cerca del área metropolitana de una Isla determinada y se trasladó a vivir a ella.
El cabeza de la unidad familiar lo ganaba bien y pudieron hacer frente a la adquisición del inmueble y al pago de los primeros plazos de la hipoteca... pero llegó la crisis, el cabeza de familia perdió de la noche a la mañana su buen empleo y a raíz de este lamentable hecho no pudo abonar las letras, por lo que fue desahuciado por la entidad bancaria transcurridos dos años por impago de la deuda.
Al parecer, el hombre entró en depresión y un buen día decidió suicidarse lanzándose al vacío desde un puente. A los pocos meses la esposa también se quitó violentamente la vida, con lo que los dos hijos del matrimonio se vieron solos y desamparados.
La protagonista de esta historia se pudo recuperar felizmente del impacto emocional de la muerte de sus progenitores y hoy ya trabaja en un despacho profesional de su especialidad. Pero la historia es aún, si cabe, más desgarradora: su hermano desapareció del mapa y hoy en día se encuentra en paradero desconocido y no se sabe si está vivo o le ha pasado algo grave.
Les cuento esta historia tan real como dantesca, pero como comprenderán, reservándome los nombres y los datos personales de estas víctimas directas de la crisis, porque ni tan siquiera los quise saber. La narración que he hecho es para que tengan conciencia de algo muy grave: las desgracias que ha traído la reciente crisis en este país y las vidas que se ha llevado por delante, que no son pocas.
Sirvan estas líneas como sentido y sincero homenaje a las víctimas directas de una situación determinada que acabó con la vida de muchas personas. Y esperemos que no se vuelva a repetir nunca.