29.03.2018. Redacción | Opinión
Por: Paco Pérez
pacopego@hotmail.com
Estoy pasando una Semana Santa muy tranquila. Será que me estoy haciendo mayor y prefiero el descanso hogareño al bullicio. Y, aunque parezca increíble, a pesar de ser un lagunero profundo ejerciente, este año no he ido a ver ninguna de las procesiones organizadas por la Diócesis Nivariense y las distintas cofradías y hermandades y la Real Esclavitud.
Ni siquiera me acerqué a primera hora de la mañana a la calle de La Carrera para ver a mi amado Cristo, mientras la banda municipal de música interpreta, poco antes de pasar por la Catedral, el tradicional "Adiós a la vida", momentos en los que se me ponen los pelos de punta.
Aunque tuviera posibles, que no los tengo ahora mismo, tampoco me hubiese ido ni harto de grifa a un apartamento al Sur, porque siempre es más de lo mismo: te encuentras con medio Tenerife allí metido, los establecimientos hoteleros están a rebosar, los comedores parecen escolares y en las piscinas mea todo el mundo. Sin contar las colas y los atascos que se forman en esa autopista en la llamada operación retorno del Domingo de Resurrección.
Por eso prefiero quedarme en mi hogar, dulce hogar, durmiendo muchas horas para recuperar sueños atrasados, aunque hay quien dice que las horas de sueño no se pueden recuperar. Yo no lo sé ciertamente, pero esto días me he pegado unas siestas dignas de un canónigo catedralicio y que me quiten lo bailado. El organismo necesita descansar y nada más apropiado que hacerlo en estas fechas, cuando la ciudad queda desierta, el ruido del tráfico no te moles y mucha gente se ha ido de viaje, aprovechando este largo puente.
Feliz regreso a todos los que han pasado la semana fuera de sus residencias habituales y sean bienvenidos. Como les he dicho, este año me apetecía más disfrutar de la intimidad de mi casita. Hasta más ver, queridos lectores.