Una estafa y una anécdota sobre vinos

08.08.2018. Redacción | Opinión

Por: Paco Pérez

pacopego@hotmail.com

En este país, donde abundan los ignorantes y los presuntuosos ocurren cosas que parecen increíbles. Hoy me voy a referir a dos asuntos relacionados con el vino, uno delictivo y otro gracioso.

Como ustedes sabrán y si no se lo relato, recientemente fue detenido en La Coruña el propietario de cierto restaurante de postín por estafador.

Resulta que este "señor", en colaboración con otras personas, rellenaba botellas vacías de caldos muy caros, como los de "Vega Sicilia" de Rueda, que se cotizan muy bien en el mercado, con vino de garrafón y les daba gato por liebre a los comensales que lo pedían, que se tragaban el mosto con alcohol sin rechistar, presumiendo además de ser unos auténticos enólogos, tremendos entendidos en la materia.

Mucha gente presume sólo por ostentar y luego suceden estas cosas. Ya se sabe, según afirma el viejo refrán, que "dime de lo que presumes y te diré de los que careces". Por eso a mí no me gusta fanfarronear por nada y ante nadie, entre otras cosas porque reconozco que tengo muchas carencias e ignoro muchas cosas.

El hostelero coruñés estará, me supongo, una temporada a la sombra, que bien merecido lo tiene, por engañar a su distinguida clientela. Este es un país donde la picaresca aparece por donde uno menos se lo espera...

Y les cuento la anécdota a la que me refería en las primeras líneas de este comentario. Hace unos años, un conocido empresario de la construcción que hacía sus promociones inmobiliarias en Tenerife, invitó a comer a varios políticos a un restaurante de lujo en Guamasa y, presumiendo de que entendía de vinos, pidió una botella reserva de una prestigiosa marca de Rioja.

En su afán de fanfarronear ante sus invitados, rechazó tres de esas botellas, cuando le dieron a catar el caldo, según él por estar en mal estado, con el consiguiente cabreo del sumiller.

Minutos después le dieron a probar otra botella al mencionado constructor, que dio su venia para que sirviera el vino a los comensales. Lo que no sabía el presuntuoso "enólogo" es que el metre del establecimiento había vuelto a taponar la primera botella que se le había servido, que el constructor había rechazado y que el sumiller descorchó de nuevo. Esas cosas les suelen ocurrir a los "enteradillos" de turno. Por pasarse de listos.

 

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