13.12.2017. San Cristóbal de La Laguna.
Desde hace unos días se oye un misterioso ruido nocturno en el edificio donde vivo, en La Laguna, que lo siento, sobre todo, cuando me levanto de madrugada al baño y ese extraño sonido entra por la ventana que da a un patio, o cuando voy a la nevera, que está en la cocina (hace años los magos ponías los frigoríficos en el salón comedor) a picar algo en esas horas silenciosas, en medio de la tranquilidad, cuando casi todos los habitantes del edificio están dormido.
Como siempre a esas horas levanto medio dormido y enseguida me vuelvo a acostar, les confieso que me costó un poco averiguar el origen del extraño ruido discontinuo, hasta que descubrí que algún vecino anónimo suele roncar como un auténtico cerdo (que me perdone el sujeto si lee estas líneas), pero es que esos ronquidos tienen que oírlos hasta los transeúntes que pasan por la avenida de la Trinidad, porque realmente parecen estertores de un enfermo terminal.
No sé de quién se trata. Seguramente, por su potencia, serán ronquidos de un hombre joven y corpulento, seguramente de un estudiante universitario de alguna isla menor que ha comenzado su carrera universitaria de La Laguna, porque en el edificio donde vivo muchos hay muchos apartamentos que en su día fueron comprados, en los años setenta del siglo pasado, por gentes de La Palma que sirvieron como residencia para sus hijos durante los cursos académicos de esa época y que en la actualidad los alquilar a estudiantes de otros lugares el Archipiélago, preferentemente de la isla bonita.
En realidad los ronquidos de este individuo no me molestan, porque uno duerme profundamente, pero yo les digo que son tan fuertes y potentes que a mí me preocupan por su salud, no vaya a sufrir el hombre algún paro cardíaco por culpa de una apnea y trataré de localizar de dónde provienen exactamente los extraños ruidos, porque igual este vecino ignora que ronca de esa forma tan brutal, que debería consultarlo con un especialista médico.
Dice alguna leyenda urbana que matrtimonios se han roto por los fuertes ronquidos de uno de los cónyuges, que no deja dormir a su pareja. No sé si será verdad.
Lo que sí es cierto es que una vez, en el Hospital Universitario de Nuestra Señora de la Candelaria estaba ingresado un paciente que roncaba de forma tan escandalosa, que el compañero de habitación tuvo que ser trasladado de cuarto, porque amenzó con pedir el alta voluntaria. Los ronquidos de aquel hombre se oían en toda la planta, la supervisora de la misma decidió que su habitación no fuera ocupada por ningún otro paciente y se le pidió al individuo en cuestión, causante de tan desesperantes ruidos, que mantuviera siempre cerrada la puerta mientras dormía.
Los roncadores (y me incluyo) no nos damos cuenta de que lo hacemos, pero hemos de reconocer que a veces molestamos a nuestra pareja o incluso hasta a algún vecino. Y no es coña, queridos lectores. ¡Qué le vamos a hacer¡