Un drama sin precedente

23.11.2019 | Redacción | Opinión

Por: Rafael J. Lutzardo Hernández

Venezuela lucha, pero se resigna ante el poder militar del Gobierno chavista liderado por Nicolás Maduro y Diosdado Cabello. Toda lucha llevada a cabo por las masas antichavistas para derrocar al Nicolás Maduro y sus aláteres parece no haber dado resultado alguno. Una lucha por la libertad que ha dejado cientos de heridos y muchos muertos, pero que al final el poder dictatorial sigue estando en más vivo que nunca. Algunos periódicos venezolanos se hacen eco de la situación actual; previendo un futuro muy pesimista para una Venezuela que exige democracia, derechos e igualdad.

Los residentes de Maracaibo, una ciudad conocida en su momento como la Arabia Saudita de Venezuela por su vasta riqueza petrolera, hacen ahora fila para comprar carne podrida. Las heladeras fallan por los cortes de electricidad que sufren desde hace nueve meses y que empeoraron en los últimos días. Algunos caen enfermos por comer la carne estropeada, que se vende a precios muy bajos y es la única forma de poder comprar proteína ante la profunda crisis que vive el país.

"Huele un poquito mal, pero eso se lava con un poquito de vinagre y limón", dijo Yeudis Luna, padre de tres chicos que compra cortes echados a perder en una carnicería en la segunda ciudad del país. Los venezolanos soportan la peor crisis económica en la historia del país. Los servicios básicos como el agua corriente y la electricidad se han convertido en lujos.

Por todo ello, el presidente del país, Nicolás Maduro , culpa de los problemas a la guerra económica librada por Estados Unidos y otras potencias capitalistas. A orillas de un vasto lago, la ciudad portuaria de Maracaibo sirvió en su día de centro de producción petrolera, generando casi la mitad del crudo que se exportaba al resto del mundo. Un puente sobre el Lago Maracaibo sirve como recordatorio de los buenos tiempos. La estructura, de ocho kilómetros de largo que se erigió hace cinco décadas y brillaba por la noche con miles de luces, unía la ciudad con el resto del país. Maracaibo estaba limpio y lleno de restaurantes internacionales. Hoy en día, las luces del puente no funcionan y las plataformas petrolíferas rotas vagan por un lago con las orillas sucias de petróleo. Los que fueran centros comerciales lujosos cayeron en la ruina y los negocios internacionales cerraron sus puertas y se marcharon.

UDurante los últimos nueve meses, los residentes de Maracaibo sufrieron apagones escalonados, pero la situación se complicó el 10 de agosto, cuando un incendio destruyó una de las líneas principales que abastecían a los 1,5 millones de habitantes de la ciudad. Las unidades de refrigeración dejaron de funcionar y la carne comenzó a pasarse. Al menos cuatro carnicerías han estado vendiendo productos en mal estado en Las Pulgas, el mercado central de Maracaibo.

El carnicero Johel Prieto explicó que los cortes de luz estropearon un lado de la carne que él picó y mezcló con otra fresca para tratar de enmascarar el deterioro. Una bandeja de carne acre picada y otras piezas grises expuestas en el mostrador atraían a las moscas y a un flujo constante de clientes. Algunos se la dan a sus perros, explicó Prieto, pero hay quienes la cocinan para alimentar a sus familias.

Por otro lado, Juan Guaidó, presidente interino de Venezuela, calcula que en un año la cantidad de compatriotas que habrán abandonado su país alcanzará los ocho millones. La cifra -que hoy se sitúa en los 4,296,777, de acuerdo a datos oficiales de Naciones Unidas– superaría holgadamente a la de los refugiados sirios desparramados por el mundo.

Ninguna guerra civil se desencadenó fronteras adentro. Sin embargo, la represión, la hambruna, el narcotráfico y la persecución a la que son sometidos a diario, representó suficiente argumento para encarar la diáspora más significativa y desgarradora de las últimas décadas.

Colombia, Perú, Estados Unidos, Ecuador y Chile son los territorios más receptivos a la huida de los venezolanos. Están gestionados por gobiernos con una economía y un sistema político estables y predecibles. En el ranking de hospitalidad luego se sitúan Brasil y Argentina. En el primero, a pesar de la cercanía, se interpone la barrera del lenguaje. En el segundo, más al sur, quizás la lejanía y el constante zigzagueo ideológico.

Ninguno escapa a Nicaragua. Tampoco a Cuba ni Bolivia. Y muy pocos a México y Uruguay. Los tres primeros son abiertamente socios del chavismo. Se nutrieron durante años de sus ya anoréxicas arcas y recursos, pero continúan leales a Nicolás Maduro y abrazado a sus negociados. Los otros dos países se muestran condescendientes con el régimen en los foros y desalmados frente al drama humanitario. Prefieren mantenerse inmóviles ante las evidencias.

En ese contexto la advertencia de Guaidó podría transformar el éxodo en la mayor tragedia migratoria de la historia. Ocho millones de desplazados en América para 2020 si su predicción se cumpliera. Son pocos los que tienen los recursos para cruzar el Océano Atlántico. De consumarse el pronóstico del líder de Voluntad Popular la sangría habrá de representar el 25 por ciento del total de la población, calculada hoy en casi 32 millones de personas.

Mientras tanto, Nicolás Maduro sigue en el poder. Se resiste a claudicar y dar una oportunidad a la democracia, a la voluntad del pueblo venezolano. Lo malo de todo ello, es que el pueblo venezolano, al igual que el resto del mundo, ya comienzan a familiarizarse con el problema tan grave que tiene Venezuela. Sin duda, eso no es nada bueno para un país que lo tuvo casi todo y ahora no tiene absolutamente nada.

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