15.02.2019 | Redacción | Opinión
Por: Paco Pérez
pacopego@hotmail.com
Como era más que previsible 2019 se va a convertir en un año singular, políticamente hablando, porque realmente los ciudadanos mayores de edad hemos sido convocados a unas verdaderas elecciones generales que, como su nombre indica, afectan a las cuatro Administraciones del Estado (/la central, las autonómicas, las insulares y/provinciales y las municipales) y además tendremos que elegir también a nuestros representantes en el Parlamento Europeo.
Aunque sea en dos convocatorias diferentes, se trata, como he dicho, de unas generales, aunque este término se use incorrectamente cuando se celebran comicios al Congreso de los Diputados y al Senado, porque si fuera solo para renovar las dos Cámaras de representantes populares su definición adecuada sería el de unas elecciones legislativas.
Aclarados los conceptos, tenemos el deber de acudir a nuestros respectivos colegios para depositas los votos los dos últimos domingos de los próximos meses de abril y de mayo, porque el actual presidente del Gobierno prefirió separar las dos fechas y hacer las consultas independientes, para que no coincidirán todas el 26 de mayo, aunque lo podía haber hecho perfectamente.
Como es bien sabido, las autonómicas en las mayoría de las comunidades españolas y las locales en todo el Estado ya estaban convocadas desde hace semanas, pero el Gobierno ha tenido también que llamar a las urnas en unas legislativas, ante la imposibilidad de seguir en el poder, tras ser derrotado en el Congreso el proyecto sobre los Presupuestos Generales de 2019, que eran los demás solidarios en la historia de la todavía joven democracia en nuestro país.
Los partidos de la derecha, el PP y el cada día más conservador Ciudadanos (los dos han pactado en Andalucía con el apoyo de los ultraderechistas de Vox) están ansiosos por llegar cuanto antes a La Moncloa y no es descartable que formen un bloque reaccionario después del 26 de mayo, como ha pasado con la formación del nuevo Gobierno andaluz, y volvamos en España a la época de los recortes sociales, en Sanidad y en Educación, a salvar autopistas de peaje ruinosas o ayudar nuevamente a la banca privada, con lo que lo poco que se ha avanzado en estos meses no sirva para nada.
Y hay que destacar --lo que son las cosas de la política-- que la mayor culpa del fracaso de Sánchez la han tenido los independentistas catalanes votando en contra de los Presupuestos (que beneficiaban, paradojas de la vida, mucho a Cataluña), pero han antepuesto sus pretensiones separatistas a sus intereses económicos, lo cual representa un auténtico disparate, fuera de toda lógica. Pero allá ellos, porque si quieren bulla la van a tener si Ciudadanos, PP y Vox forman gobierno en junio y las lágrimas de Puigdemont (el delincuente huido) van a llegar desde Waterloo hasta el Monasterio de Montserrat.
De la abstención de la diputada monárquica nacionalista canaria, señora Oramas González Moro, y lo de diferenciar el Congreso de la barriada de las 3.000 viviendas de Sevilla, más vale que no escriba nada, por respeto a una señora, aunque doña Ana María haya pedido luego disculpas... ¿Para qué? Gente, gentuza y gentualla, como decía mi difunto padre, que en Gloria esté el hombre.