06.04.2018. Redacción | Opinión
Por: Paco Pérez
pacopego@hotmail.com
Mucho se ha hablado de la existencia de túneles y pasadizos subterráneos en el casco histórico de la ciudad de La Laguna, hasta el punto de que un amante de estos asuntos, Fernando Herráiz, ha escrito ampliamente sobre ellos, aunque él ha centrado su investigación en un túnel concreto.
Ese túnel que se corresponde en superficie con la actual calle de Candilas, que va desde la Plaza del doctor Olivera hasta desembocar en el antiguo barranco de Cha Marta. La calle Candilas se construyó con posterioridad al pasadizo, en 1797, y el barranco fue cubierto en principios de los años ochenta del siglo XX y en él se construyó la actual calle 6 de Diciembre, en conmemoración de la vigente Constitución Española.
Para algunos investigadores ese misterioso túnel sería una entrada y salida secreta de la Iglesia Matriz de Nuestra Señora de La Concepción, mientras otros historiadores piensan que se trataba de un canal para el drenaje de aguas pluviales y por ello se explica su final en el antiguo barranco.
Sin embargo Herráiz sostiene en sus artículos publicados en diversos medios que el pasadizo --que mide más de 150 metros de largo, por entre 1 y 1,50 de ancho y entre 1,60 y dos metros de largo-- se edificó como vía de escape para el contrabando de mercancías, porque la construcción de ese pasadizo pasaba por dos de los más importantes depósitos de grano o graneles, donde la Iglesia Católica guardaba sus diezmos. Uno de ellos se encontraba, curiosamente, en la propia calle Candilas y el otro adosado a la parroquia de La Concepción.
En épocas históricas, el Ayuntamiento lagunero, con el fin de poder abastecer a la población y combatir los períodos de hambruna, no dejaba sacar el trigo y obligaba a sus dueños a venderlos a precios regulados. Según Herráiz, la prohibición municipal produjo un enfrentamiento entre los poderes civil y religioso en la entonces capital insular y de hecho el Ayuntamiento llegó a ser excomulgado por no dejar sacar los granos propiedad del Obispado Nivariense, que veía así lesionados sus intereses.
Según esta historia, parece más razonable que el pasadizo se construyera por algunos intereses concretos y su objetivo fuera propiciar el contrabando de trigo, aunque continúa el misterio, ya que existe cierta leyenda que hace referencia a determinados encuentros amorosos entre sacerdotes incardinados en la Diócesis tinerfeña y religiosas de diferentes conventos de clausura de la ciudad y hay personas que aseguran que en el subsuelo lagunero hay varios pasadizos de estas características construidos en siglos pasados y que incluso existen criptas subterráneas ocultas, dato este último que ha sido aportado también por Fernando Herráiz.
Otros investigadores históricos han afirmado en alguna ocasión que estos pasadizos ocultos eran habituales en cascos de población antiguos y hay numerosos casos de su existencia en nuestro país. Y también en las Islas, donde se sospecha que también puede haber túneles subterráneos en los núcleos urbanos de La Orotava, la Villa y Puerto de Garachico y también en Adeje, Granadilla de Abona e Icod de los Vinos, así como en Las Palmas y en Arucas.
¿Sabremos algún día que uso se les daba a estos misteriosos túneles que, por sus dimensiones, podían transitar perfectamente algunas personas con objetivos muy concretos?
Por el momento, continúa el misterio.