24.08.2020 | Redacción | Opinión
Por: Óscar Izquierdo
Estamos inmersos en la corriente arrolladora del pensamiento único, que todo lo controla, impidiendo la libertad de raciocinio o de obra. Cualquier cuestión, asunto o actuar, tiene que estar incluido en lo políticamente correcto, porque de otro modo, parece que no tiene validez o es inmediatamente desechado e incluso vilipendiado. Hay un miedo generalizado a disentir, dejándose llevar por esta corriente totalitaria, que intenta controlar a las personas, a la economía y a la entera sociedad. Por eso, es de todo punto aconsejable, no dejarse manipular, por consignas o estrategias partidistas o ideológicas, que procuran indicar el único camino, el que ellos, comunistas, populistas, verdes o morados, quieren implantar, para dominar desde las esferas del poder y mantener una sociedad sometida y dependiente a una élite acomodada, conformada por su casta dirigente. La historia está llena de ejemplos que aconsejan recordar, para prevenir posibles repeticiones dañinas en su esencia.
La crisis sanitaria provocada por el COVID-19, está insuflando una crisis económica de dimensiones también globales y desconocidas, que puede acarrear una crisis social de incalculables consecuencias. Dejar de tomar decisiones porque no hay valentía política para asumirlas, es el peor remedio. No se pueden retrasar las acciones operativas, ya que el tiempo es inexorable y cuando se difiere lo que hay que hacer, provoca un daño, muchas veces irreversible. No podemos empezar la reactivación o como a ellos les gusta denominar, la nueva normalidad, a base de pura ideología, entre otras cosas, porque no soluciona nada y hay que ser realistas. La economía se mueve a base de trabajo, actividad y empleo, nunca por inspiraciones ideológicas, que sólo sirven para perder el tiempo, empeorar la situación y aumentar la pobreza.
Hay que reaccionar, como respuesta a las dificultades sobrevenidas. La experiencia ha demostrado que, en momentos de riesgo o incertidumbre, lo mejor es ampararse en lo que ha funcionado otras veces ante bretes parecidos. Está claro que el Estado tiene que asumir un papel determinante para amparar al máximo de damnificados, pero tiene que hacerse en colaboración con la iniciativa privada, promoviendo la actividad económica de manera suficiente, ayudando al tejido empresarial para que pueda tener un desenvolvimiento ordinario y adecuado. Las ayudas sociales son imprescindibles en la tesitura que sufrimos, pero de algún lado tiene que salir la financiación que pueda hacer viable esa propuesta solidaria. El empleo es la mejor política social, porque da dignidad personal, suficiencia económica y reconocimiento individual. Por el contrario, ya sabemos que a los del pensamiento único, lo que les gusta es la paguita, es decir, tener a la gente dependiente de sus ayudas, para dominar a base de la generalización de la penuria, menos ellos, que se cuidan mucho de proteger sus intereses, exprimiendo el erario en beneficio propio.
Valor es lo que necesitamos en nuestros responsables políticos, para que piensen en los demás y menos en mantener o promover prebendas personales, que les quita mucho tiempo y energías, sin olvidar que su función es de servicio público. Por lo tanto, tienen que asumir propuestas viables como es la inversión en infraestructuras, que remueve indudablemente todo el sistema productivo. Hay que licitar inmediatamente el mayor número de obras del Convenio de Carreteras, también del Convenio de obras hidráulicas, poner en marcha de manera urgente el Plan de Vivienda y seguir implementando el de infraestructuras educativas, turísticas y especialmente sanitarias, éstas últimas por razones obvias. Es lo que tenemos en nuestras manos para salir adelante y no es poco, pero ya sabemos que a los susodichos totalitarios, no les gusta esta propuesta, porque la generalización del trabajo va contra sus planificaciones erráticas, basadas en las ayudas dependientes, que llevan irremediablemente al colapso económico y a la miseria total. El esfuerzo es lo que tiene valor, ofreciendo autoestima personal. Hay que instaurar las condiciones suficientes para mantener o crear empleo y construyendo se consigue.
Imagen de archivo: Óscar Izquierdo, presidente de FEPECO