10.03.2019 | Redacción | Opinión
Por: Óscar Izquierdo
Presidente de FEPECO
Los políticos de Tenerife, históricamente y actualmente, da lo mismo la ideología o el partido político que representaban o representan, no han tenido ni valentía, ni arrojo, ni agallas para sacar adelante las obras de carreteras; se han plegado cobardemente a los noistas y a los pone pegas profesionales que están incrustados en todas las administraciones, que cobran sus buenos sueldos a final de mes, hagan o no hagan y que su misión es poner todo tipo de impedimentos, basados en sus ideologías y no en criterios profesionales, para que no se ejecute nada en Tenerife. Seguro que algunos pensarán o saldrán diciendo que ellos no son así, pero que se han encontrado con tal o cual obstáculo que les ha impedido hacer lo que querían. Precisamente ahí está la pusilanimidad, en ese “pero…” que ha detenido cualquier acción concreta. No han sabido, ni saben o lo que es peor, no han querido, ni quieren afrontar los inconvenientes con espíritu de victoria, es decir, con ánimo de vencer cualquier estorbo que aparezca, pase lo que pase, luchando contra las trabas, que en muchas ocasiones son fruto, más de la falta de criterios para tomar determinaciones, que de alguna razón objetiva. Tanto la derecha, como la izquierda, como los nacionalistas, han tenido responsabilidades de gobierno en algún momento en las últimas tres décadas, aquí no se salva nadie.
En la Cartilla Militar ponía en uno de los apartados "valor, se le supone" claro, el ejercito sólo podía conjeturar que aquellos jóvenes en el momento que se les pidiera demostrarían su valor, pero no podían estar seguros. En Tenerife los hechos y las consecuencias hablan por si mismos, tenemos una isla colapsada viariamente, con un caos circulatorio insufrible, insoportable e insano. Es la consecuencia de llevar más de 30 años mareando la perdiz, perdiendo el tiempo, hablando más que haciendo, prometiendo más que realizando. Porque como decía Francisco de Quevedo “nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir”. La confianza generalizada en una sociedad es el resultado de la constancia en el cumplimiento de las promesas. Es tanto lo que se puede hacer, que no se comprende que no se haga nada.
Lo poco que se ha ejecutado en los últimos años, no ha tenido trascendencia ni efectividad, porque no se ha notado una mejoría en la circulación, ni en la descongestión viaria. En carreteras, los resultados no requieren mucho tiempo de adaptación, al contrario, se tienen que sentir inmediatamente después de terminar la obra, si no es así, es que se ha proyectado mal. La planificación de las obras se tiene que hacer con perspectivas de futuro amplias y no dentro del cortoplacismo del período de gobierno que corresponda en ese momento y de la megalomanía del político de turno, que siempre quiere dejar para la posteridad una obra emblemática con su sello personal.
El poeta latino Horacio también sentenciaba “las muchas promesas disminuyen la confianza”. Eso es lo que está pasando con la ciudadanía, no hay certezas creíbles, ya no creemos propuestas a desarrollar, lo que queremos son hechos. No vale la foto de la primera piedra, porque la experiencia nos dice, que en algunos casos no se ha puesto ni la segunda; lo que tiene valor es poner la última piedra, porque eso significa que la obra está terminada. No han sabido gestionar diligentemente las obras de carreteras. Seguimos escuchando la cantinela de hace tres décadas, los mismos errores y en algunos casos las mismas personas. El descalabro de la movilidad en Tenerife es el fracaso de la política como servicio público. Sin la presión de la sociedad civil los políticos no actúan, se resisten a intervenir, incluso cuando haya urgencias que resolver. Pero en el caso de las carreteras en Tenerife, ha sido la sociedad civil quien ha protagonizado el empuje necesario para que los políticos, por lo menos, se preocupen del tema, entre otras cosas, porque las colas valen o quitan votos.