29.01.2020 | Redacción | Opinión
Por: Óscar Izquierdo
Presidente de FEPECO
Diciéndolo de manera coloquial, Tenerife se está hinchando por el sur, desinflando por el norte y empantanándose en la zona metropolitana. Es una realidad observable a primera vista, porque cuando llegamos a la demarcación meridional, parece otro mundo, una actividad económica frenética, impulsada por la construcción, el turismo y el sector servicios. Inversiones millonarias, crecimiento poblacional, atracción laboral de primer orden, implantación de negocios por todos lados y de las más variadas actividades, junto a un dinamismo social que es un verdadero polo de atracción de población foránea. Una zona en pleno auge económico, impulsora de una actividad persistente día y noche. Se dice que es el motor de la isla y con razón.
El espacio metropolitano languidece bajo el título de capitalidad de la isla. Es una especie de aristocracia territorial, que vive del pasado esplendoroso y centralista, sin encontrar un camino específico, actualizado, que reactive económicamente, un estancamiento sufrido desde hace años. El avance es lento, porque no se encuentra un modelo adecuado que sirva para la idiosincrasia de la comarca. Atrae por necesidad más que por interés, en la medida que es centro administrativo, político, sanitario, judicial, cultural y deportivo. No tiene la suficiente capacidad emprendedora que permita un florecimiento económico estable. Además, es víctima, antes y ahora, de una gestión pública demagógica, populista y vacía, de fotos con sonrisas, de escaso contenido resolutivo.
La isla vaciada se encuentra en el norte y más concretamente al noroeste de Tenerife, que sufre despoblación, con un envejecimiento cada vez más acusado, provocando una alteración de la pirámide poblacional, que manifiesta el éxodo mayoritario de los jóvenes, que huyen del estancamiento, aislamiento y falta de porvenir que les espera si se quedan. Es una perdida significativa de talento y emprendimiento, difícil de recuperar a corto plazo. El futuro no existe, porque el presente no tiene esperanza. El motivo principal que ha llevado a esta situación viene dado por la falta de conectividad viaria, con carreteras deficientes, escasas e inseguras. No hay que olvidar que el cierre del Anillo Insular no sólo hay que hacerlo por el sur, sino también por el norte y todavía hay dos tramos inconclusos, desde Los Realejos a Icod de los Vinos. No se han ejecutado por falta de valentía política para afrontar su puesta en marcha. La zona es de especial protección medioambiental, por lo que es recomendable que, manteniendo la defensa del territorio, también se trabaje para dar una mayor calidad de vida a las personas. La movilidad de los habitantes de la zona también es escasa, por la falta de un servicio público de transporte adecuado en precios, horarios, funcionalidad y comodidad. Esta parte de la isla no cuenta con las infraestructuras básicas que permitan un desenvolvimiento económico o social suficiente y durable, que la haga atractiva. También perjudica enormemente la política de conservación, que ha implantado desde hace años la Comisión de Patrimonio Histórico del Cabildo, obstruccionista y fundamentalista, que paraliza, con demasiada frecuencia, acciones encaminadas a la revitalización y actualización de los inmuebles. La conservación, si es iniciativa privada, tiene que dirigirse a vivir las edificaciones de acuerdo con el tiempo presente y si es iniciativa pública para el disfrute de los ciudadanos. No permitir la rehabilitación de inmuebles como regla general, significa paralizar el asentamiento de nueva población, frenar la actividad económica e imposibilitar un desarrollo sostenible. Menos pegas y olvidos es lo que necesita el norte, aportando estímulos viables. Tenerife tiene que funcionar con tres motores, a pleno rendimiento los tres.