Taxistas piratas de los años sesenta

01.07.2023 | Redacción | Opinión

Por: Paco Pérez

pacopego@hotmail.com

Durante los años sesenta del pasado siglo, las guaguas de la "Exclusiva", como llamábamos a los vehículos de transporte colectivo por carretera en esta Isla, eran más bien escasas y prestaban un servicio muy deficiente, que no cubría, ni por asomo, la gran demanda de clientes, por lo que la situación en este sector, hasta que la compañía "Transportes de Tenerife, S.L." (cuya propietaria principal era la familia Oramas Tolosa) quebró a mediados de los años setenta y entre el Cabildo Insular y el Ministerio de Transportes (ambos de UCD) se hicieron cargo de la empresa, mantuvieron los puestos de trabajo y renovaron la flota, en lo que vino a convertirse en la actual "Titsa".

La situación era tan conflictiva que hubo huelgas y alborotos callejeros, tanto en los estertores de la dictadura, como en la benidta Transición hacia la Democracia, hasta tal punto de que las guaguas interurbanas que podían salir de Santa Cruz llevaban un guardia civil o un soldado del Ejército, armados con metralletas y situados al lado de los conductores.

Dejemos aquel tremendo follón montado en la Isla y comentemos lo de los "taxistas piratas", que recogían a gente en Santa Cruz y en Laguna, y cuando llenaban sus automóviles de pasajeros, les cobraban a precio de guagua los trayectos correspondientes, haciendo las autoridades competentes de la época la vista gorda en esta actividad ilegal, porque en definitiva, aunque fuera parte del problema, se quisiera o no, facilitaba la movilidad de las personas, más aún cuando el parque automovilístico en la provincia no llegaba entonces a los sesenta o setenta mil coches.

Hay que tener en cuenta que en esos años solo tenían turismos las personas con mayor poder adquisivo y que tener un coche propio era un verdadero lujo, nada que ver con la situación actual.

La anécdota de la batallita veraniega de hoy es que un grupo de adolescentes, entre los que me encontraba, habíamos ido caminando desde La Laguna a Bajamar a bañarnos y cuando caía la tarde no sabíamos cómo regresar a la ciudad, porque el poco dinero que llevamos lo empleamos en comprar bocadillos.

Como es lógico, nos pusimos a hacer autostop a la salida del pueblo costero, donde estaba en bar de Onofre, en el cruce con la carretera de la Punta. A los pocos minutos pasó un conductor con su coche y se ofreció a llevarnos. No caímos en que era uno de aquellos taxistas piratas. El coche era una rubia Peugeot 404 y en él íbamos como nueve personas.

Al llegar a La Laguna, aquel hombre tan "caritativo" paró en la calle de El Remojo y nos exigió que abonáramos el servicio. No sé ciertamente cómo acabó aquello, porque en cuanto pude me mandé a mudar, pero por lo que me comentaron a posteriori los amigos, un pasajero de mayor edad, ajeno a nuestro grupo, se hizo responsable de la deuda y, si no en su totalidad, le pagó al chofer una parte de la tarifa colectiva.

¡Qué íbamos a saber nosotros, unos imberbes todavía, que el conductor había hecho un trayecto "pirata"!

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