07.08.2019 | Redacción | Opinión
Por: Paco Pérez
pacopego@hotmail.com
Igual que no me gusta nada oír historias del pasado, cuando en la dictadura del general Franco se perseguía y encarcelaba a los homosexuales masculinos (y no a las lesbianas, curiosamente), por ser unos "desviados" y unos "depravados", en la actualidad tampoco me agrada que, ya sea desde el punto de vista individual o a través de algún colectivo, se haga ostentación de una condición sexual determinada.
Estas cosas creo que deben permanecer en el ámbito de la privacidad de cada uno y no se debería hablar del orgullo gay, porque muchos hombres también estamos orgullosos de ser machos y no por ello presumimos de ser machistas, porque --hablo por mí y mis conocidos-- no somos precisamente machistas, y tampoco andamos diciendo por ahí a cada momento que nos encantan las mujeres.
Creo que en esta vida todas la cosas han de hacerse con mesura, sin extravagancias y sin presunciones huecas, vacías de contenido. La moderación, en estos casos, es una virtud, pero parecen ser muy pocos los virtuosos.
Como ustedes comprenderán, es nuestro deber y hasta nuestra obligación respetar al máximo la condición sexual de cada persona, ya sea heterosexual, bisexual, homosexual, trans y todo lo que se quiera, siempre y cuando no se inmiscuyan en mi vida, porque uno tampoco se mete en la vida de nadie, ni falta que hace.
Como ahora se dice, "qué importa el sexo si el amor es puro". Pues eso, que cada uno disfrute de la sexualidad a su manera y respondiendo a sus gustos, pero me parece innecesario que se organicen manifestaciones y se celebren días concretos del "orgullo gay".
Muchos gays, unas cuantas lesbianas y no menor número de feministas seguramente no están de acuerdo conmigo, pero me gusta expresar lo que pienso. Y me importa un pito lo que digan. Porque ya me tienen aburrido de tanto "orgullo". No me jodas.