Ser mujer como castigo

05.03.2023 | Redacción | Opinión

Por: Alejandro de Bernardo

adebernar@yahoo.es

El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuo: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio”. Es un fragmento del libro: “Las ciudades invisibles” de Italo Calvino. Si le hacemos caso, resulta que el infierno, desgraciadamente, es cosa de todos los días.

En Ucrania, por voluntad de un tirano, se está matando la gente. No está muy lejos de aquí. Aparece en los informativos como algo apenas resaltable. Curioso. Una noticia que ha dejado de ser noticia porque se repite.

Sucede lo mismo con los muertos por violencia. Hay quien tiene la costumbre de salir con navaja a la calle. Y pelear hasta matarse. Hay quien se convierte en verdugo de su propia pareja. También los hay que han hecho del maltrato su modo habitual de relacionarse con los que lo rodean. Son machos que ven en la mujer a su siervo. Una propiedad. Por ello la convierten en su enemigo íntimo.

Los encierran y salen a la calle. Y no cambian. O no suelen cambiar. Porque llevan el infierno con ellos y lo arrastran por cada lugar que pisan. Sus voces son de hielo. O de ceniza. Pero suelen pasar desapercibidos. Hay que desenmascararlos. Tenemos que conocer quiénes son. Distinguirlos y señalarlos. Separarnos de ellos. Porque la mayoría no es infierno, como escribió Calvino. A la mayoría, a la buena gente, hay que darle espacio y hacerla durar.

Sigue siendo un castigo. No hace falta que vayamos a Irán. Es cierto que allí están en la Edad Media. Es trágico. Una policía de la moral que te detiene por maquillarte, por llevar mal el velo. Una atrocidad. Detienen a cualquier chica por la calle, las insultan por pintarse los labios, buscan que se sientan vulnerables, que no olviden las injurias... Las atemorizan, las secuestran y las detienen por cualquier cosa. Las meten en una furgoneta y se las llevan. Como le pasó a Masha Amini. Adiós. Has criado a tu hija durante toda tu vida y no vuelve a casa. Desaparece en un suspiro por culpa de esa infame policía de la moral.

Lo de Irán es un castigo. Lo dicho, el castigo de ser mujer. Pero no seamos falsos: la igualdad en todo el planeta sigue tendiendo a cero. Sí, a cero o a menos cero. Hemos mejorado muy poco o nada. La zona de sombra que sufren las mujeres es inmensa. Aquí no hay velos, pero ponen otras muchas zancadillas. Las jornadas laborales en el trabajo y en casa no son iguales. Los más “aventajados” dicen que ayudan en casa. Tiene narices la expresión: ayudar en casa.

Queda todo por hacer. Coexisten sin complejos el machismo, el micromachismo y el maximachismo. Denunciamos lo de Irán y nos quedamos tranquilos. Pero ¿qué sucede en España? Cuatro mujeres han sido asesinadas en tan solo 24 horas. Y lo peor de todo es que muchos jóvenes son peores que sus padres. Usan el móvil como elemento de dominación. Escuchen las letras de algunas canciones. Ser mujer, sigue siendo un castigo. Para nuestra desgracia. Para nuestra vergüenza.

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