Señor Presidente

Nunca me han gustado los ídolos con pies de barro. Tampoco los poderosos, - que lo son-, a fuerza de tener dinero para comprar voluntades y aprovecharse de las miserias ajenas. De esos hay muchos en esta tierra, y no sé si también es el caso del Sr. Trump al que no tengo el gusto de conocer.

Como mujer les confieso que si estuviera en una isla desierta y fuera el único hombre sobre la misma, me subiría a una palmera y me dejaría secar al sol. ¿Qué quieren qué les diga?, es de esos hombres que no me imagino en calcetines y calzoncillos... 
Dicen que con él triunfará la xenofobia, la homofobia, la misoginia, el racismo, el populismo barato de aquellos que atacan al sistema democrático y luego se sirven de él. Y siento pena por los míos, porque en una nación tan poderosa y con tanta influencia en el concierto mundial, si se ha elegido de manera democrática al que puede ser el líder equivocado, esto repercutirá en la buena marcha de las relaciones entre países, en la economía, pero sobre todo en el comportamiento - por mimetismo- de muchos dirigentes de pacotilla que pululan por el planeta, en Canarias haberlos, los hay.

Estas personas acostumbradas a vivir entre oropeles y servilismo, puede que carezcan de la sensibilidad necesaria para atender a las minorías, para manejar asuntos de tanta envergadura como el terrorismo mundial, el siempre controvertido tema del armamento militar o las alianzas entre países. Poco o nada sabrán de hambre

Será un brillante hombre de negocios - escribo desde el desconocimiento-, pero le imagino jugando a los «barquitos» en el despacho oval, poniendo uno de cuatro casillas en mitad del Atlántico con rumbo a Europa y gritando ¡d6¡ ...¡Tocado el viejo continente¡, lo dicho me voy a subir a la palmera.

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María del Pino Fuentes de Armas

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