22.01.2019. Redacción | Opinión
Por: Paco Pérez
pacopego@hotmail.com
En los últimos cuarenta años, desde que, después de la probación de la vigente Constitución Española de 1978, al año siguiente se constituyeron los primeros ayuntamientos democráticos tras el término de la dictadura franquista, los gobernantes municipales de Santa Cruz de Tenerife (que siempre han pertenecido a ATI, transformada luego en las AIC y actualmente denominada Coalición Canaria) poco o nada hicieron por conservar el patrimonio histórico arquitectónica de la co-capital de este Archipiélago.
Santa Cruz de Tenerife, que fue quizá la más bella ciudad española de Ultramar, con preciosas casas que le daban un sabor exótico y colonial, y con un núcleo urbano de categoría (muy superior incluso al barrio de Vegueta, en Gran Canaria, al Viejo San Juan de la isla caribeña de Puerto Rico o a la ciudad costera colombiana de Cartagena de Indias), ha perdido aquel encanto por culpa o con la colaboración, directa o indirecta, de tres alcaldes (Manuel Hermoso, Miguel Zerolo y José Manuel Bermúdez, todos del mismo partido político) que permitieron en sus respectivos y prolongados mandatos la destrucción de verdaderas joyas arquitectónicas, de tal manera que hoy la ciudad antaño romántica y marinera solo contempla reducidos espacios de la historia de sus calles y edificios tradicionales, como la Plaza de San Francisco y su entorno; y la zona de la Iglesia de La Concepción y sus alrededores, destacando algunos inmuebles que se conservan en la Calle de La Noria, desde el puente de Galcerán hasta la avenida de Bravo Murillo.
Con la excusa de "modernizar la ciudad", con eslóganes como "Santa Cruz para vivir", han trasformado la capital isleña en una urbe anodina y sin personalidad, y la única población costera de todo Atlántico que, de forma incompresible, ya no mira al mar, porque sus gobernantes permitieron que los intereses creados de determinados promotores urbanísticos y de sector de la construcción y la enorme especulación del suelo edificable. La capital ha terminado por darle la espalda al Océano que la acariciaba.
¡Qué horror¡
Conviene que recordemos la reciente historia del deterioro de una ciudad de cinco siglos. Entre otras cosas, porque estamos a escasos meses de unas elecciones municipales y es bueno tomar apuntes y, como se dice popularmente por estas ínsulas, coger recortes, si queremos que se respete, con cordura, lo poco que queda por salvar y que, también, se haga todo lo posible para que Santa Cruz vuelva a mirar al mar que en tiempos pasados acariciaba suave y armoniosamente las playas de Añaza, como si se tratase de un indescriptible idilio entre el agua y la tierra.
Imagen de archivo: nikonistas.com | CEDIDA