16.08.2022 | Redacción | Opinión
Por: Óscar Izquierdo
Presidente de FEPECO
Escribir un articulo a mediados del mes de agosto, de vacaciones por excelencia, se puede entender como una pérdida de tiempo, parece que nadie lo va a leer. Discrepo de esta opinión, ya que lo importante es trasladar lo que cada uno piensa o cree, sobre un tema determinado, sin tener en cuenta la cuantía de la gente que lo pueda visionar o la época del año que corresponda. Vale, con que una sola persona le ponga atención, para que haya valido la pena ocupar el tiempo escribiéndolo, otra cosa, es que esté de acuerdo con lo que se expone o discrepe frontalmente. Dicho lo cual, nos sirve para recomendar este tiempo de asueto, para ocuparlo, sobre todo, en buenas lecturas. Es la mejor forma de tener criterio propio, libertad de pensamiento y posicionamiento critico contra el pensamiento único totalitario, que nos quiere imponer modas ajenas a nuestra cultura occidental. Se trata de cambiar lo que ha hecho grande, desde todos los puntos de vista y diversos ámbitos, a Europa y demás zonas geográficas de su influencia.
Cada cierto tiempo hay un tema monolítico que nos envuelve, coacciona y se repite constantemente en todos los medios de comunicación, también a nivel personal, profesional, científico o académico y con circunscripción global. Es una forma de coaccionar a la opinión pública para que esté sumida en el miedo, debido a los mensajes calamitosos de pandemias, catástrofes, noticias apocalípticas, inundaciones, olas de calor, desastres medioambientales, fuegos inextinguibles o situaciones irremediables, que llevarán a la humanidad a la destrucción o mejor expresan los voceros del nuevo orden mundial, a la autodestrucción. Ellos, cuya legitimidad se arrogan impunemente, creyéndose, verdaderamente elegidos y estando por encima del bien o el mal, como dioses humanos de la antigua Grecia, toman las riendas del pensamiento y de lo que hay que hacer, queriendo dirigirnos según sus patrones ideológicos, con un paternalismo o como mejor le gusta expresarse con un maternalismo, por cierto, palabra que no está en el Diccionario de la Lengua Española, pero que les importa un bledo, porque hasta el mismo discurso se lo inventan con palabras novedosas, algunas veces chocantes y torpes, que acomodan a su estrategia, para convencer, idiotizar e infantilizar a la ciudadanía, para de esa manera controlarla mejor, convirtiéndola en un verdadero rebaño.
No es la primera vez que lo escribo y la expresión no es mía, la leí hace años y cada vez me parece de más actualidad. Son los personajes sandia, rojos por dentro y verdes por fuera. Desde el fracaso del comunismo, que vimos con la caída del muro de Berlín, en aquella fecha histórica del 9 de noviembre de 1989 y el derrumbamiento de la URSS, Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, el marxismo ha buscado subterfugios para mantenerse e influir políticamente. Como no lo puede hacer a cara descubierta, utiliza a políticos extremistas, ecologistas talibanes y por supuesto, nuestros queridos, genuinos y endémicos noistas, a los cuales les tenemos ya hasta cariño, pasando también por presuntos entendidos en la materia que se toque, científicos adulterados o profesores de distintas ramas académicas, que informan siempre en la misma dirección, porque han perdido la libertad de catedra, al imponerse su ideario, credo, doctrina e ideas sectarias, sobre la verdad que se les presente.
Prevalece el relativismo, el subjetivismo y la parcialidad. Todo está condicionado y lo ponen al servicio del globalismo, defendiendo en Canarias, lo mismo que hacen en Groenlandia, en la Argentina Austral, en Oceanía o en el Tibet, a través de recogida de firmas, acampadas, cenáculos intelectualizados, asambleas, activismo publicitario, denuncias judiciales o juicios de valor despectivos, todo sea para imponer un nuevo orden mundial, donde ellos sean la casta o elite dirigente, que no olvidemos, conlleva gozar de los privilegios que le corresponden. Ya no engañan a nadie, así se entiende, con razón, la poca querencia y desafecto ciudadano que tienen en Tenerife.
Imagen de archivo: Óscar Izquierdo, presidente de FEPECO