24.06.2018. Redacción | Opinión
Por: Paco Pérez
pacopego@hotmail.com
Como afirma el viejo refrán "todo el mundo se acuerda de Santa Bárbara cuando truena", un dicho muy acertado (como la inmensa mayoría del refranero castellano), porque solemos valorar las cosas cuando nos faltan o no las tenemos.
Uno aprecia más estar sano que otras muchas, como el dinero, los bienes materiales y algunos caprichos, cuando, por las circunstancias que sean, se quiebra en un momento determinado nuestra salud.
Muchos seres humanos no terminan de comprender, a pesar de todo, que venimos a este mundo completamente desnudos y que nos iremos de este maltratado planeta con las mismas vestiduras, es decir en pelota picada, comidos por los gusanos en un cementerio bajo tierra o incinerados en un horno crematorio.
Estos días he estado ausente de las redes sociales y de los medios de comunicación en los que habitualmente publico mis comentarios, porque sufrí un serio revés en mi estado cardiovascular y tuve que ser intervenido en dos ocasiones por especialistas en el Hospital Universitario de la Candelaria, que es como mi segundo hogar y donde siempre me he sentido arropado y hasta mimado.
Por fortuna, los médicos me atendieron a tiempo y, por esta vez, pude escapar de la parca. Por la profesionalidad y el buen hacer de todo el equipo médico y sanitario sigo en pie. Por ello, permítanme que agradezca las atenciones de los cardiólogos que se preocuparon por mi grave estado, entre ellos el doctor Javier Mesa y los doctores Arrate (en Urgencias) y Dorta, en la sección de ecocardiografía y, posteriormente el doctor Marcos Tomás Rodríguez Esteban, que fue el que dirigió y realizó los dos cateterismos coronarios que me practicaron el viernes y el lunes pasados los componentes de un grupo excepcional de enfermeras y auxiliares, entre ellos dos viejos conocidos de este trasto que soy yo y que se llaman Romén y Eva, con una grandísima experiencia en Cardiología intervencionista.
Ni un pero que decir de todo el personal de la planta Cuarta Norte del HUNSC, con una exquisitez en la atención médico y sanitaria y en el trato personal que ya quisieran las mejores clínicas privadas de EE.UU., por ejemplo. Mi admiración y reconocimiento a todos ellos.
Gracias a especialistas como los de la Candelaria uno se siente más seguro y afronta la vida con mayor esperanza y optimismo. Otra cosa es el futuro que nos depare la divina providencia. Pero ellos están allí al pie del cañón, día y noche y se nota que cumplen con su vocación vital y profesional. Mi más sincera enhorabuena.
No hay nada como tener salud, mucha salud y unas dosis complementarias de amor verdadero.