Revoltijo

13.03.2023 | Redacción | Opinión

Por: Óscar Izquierdo

Presidente de FEPECO

Son tiempos de confusión y enredo por todas partes, guerras, catástrofes, corrupción generalizada, frentismo político, indiferencia unida a irresponsabilidad, mentiras por doquier, como forma de hacer política ficción. Estamos en un verdadero “totum revolutum”, donde la verdad ha desaparecido, por un sucedáneo llamado relativismo. Viene a ser una doctrina filosófica o de comportamiento vital, que afirma que no hay verdades absolutas. Es el más puro subjetivismo, donde todo vale, si es de interés particular, tanto personal como colectivo, aunque no se corresponda con la realidad sincera. Que acertadas son las palabras del médico psiquiatra español Enrique Rojas, cuando afirma rotundamente que “relativismo, escepticismo y finalmente nihilismo tienen un tono devorador, porque de ellos emerge un hombre pesimista, desilusionado, indiferente a la verdad por comodidad, por no profundizar en cuestiones sustanciales. Así surge la idea del consenso como juez último: lo que diga la mayoría es la verdad. “

Así es como estamos, los resultados son evidentes, una sociedad desvertebrada, descontrolada, violenta, con escasa formación humana, lo que antiguamente llamábamos urbanidad, sin respeto a nada, ni a nadie. Solamente se acepta lo propio, el egoísmo puro y duro que, sin casualidad, se intenta imponer a los demás de cualquier manera y sin dudarlo, a la fuerza o a través de la manipulación ideológica o mediática, cuando sea preciso. Es la desvalorización de lo correcto, educado, responsable, así como de la desaparición del esfuerzo, la lucha o el combate, para conseguir ser mejor, ya que predomina la mediocridad, que a su vez alimenta lo fácil y cómodo.

En el ámbito productivo, específicamente en el tejido empresarial, tenemos un verdadero problema, por lo menos, especialmente en el sector de la construcción y por lo que sabemos, en general, en los demás sectores económicos. No estamos consiguiendo cubrir el relevo generacional en los distintos oficios constructivos, ya que los jóvenes no quieren incorporarse al mundo laboral. Los oficiales de primera o segunda y demás especialistas, ya tienen una edad madura o están a punto de jubilarse y hay un porcentaje significativo que está en la indigna y corrupta economía sumergida, de la que no quieren salir, porque cobran la paga publica mensual y con los cáncamos que ejecutan todos los días a cualquier hora, cobran más que un profesional liberal universitario del máximo nivel profesional. Por lo tanto, ese alejamiento de los jóvenes, en un porcentaje mayoritario, porque no todos son iguales, no se debe a una cuestión de salarios o económica, ya que el Convenio de la Construcción, sin lugar a dudas y comprobable tiene unas condiciones económicas y sociales envidiables, con una proyección profesional y personal halagüeña, cuando se quiere avanzar progresando de manera continua, con una formación permanente, aportando ganas por mejorar.

Quizás, ese alejamiento al trabajo de los jóvenes se deba más a motivos sociológicos que económicos, donde prevalece la sociedad de la comodidad, el mínimo esfuerzo y vivir de otros, ya sea de los padres biológicos o de papá Estado, al cual le interesa una juventud adormecida, nada reivindicativa y fácilmente controlable, dándole pan y circo, como se hacía en la Roma imperial. La culpabilidad de esta situación que padecemos no es de ellos, que precisamente son víctimas de un sistema de pensamiento único, que lo que quiere es que ni piensen, ni tengan autonomía para decidir por su cuenta, ya que los políticos progres, chachis y permisivos de turno, hacen esa labor por ellos. Es el paternalismo pernicioso, autoritario y perfectamente engrasado con ideas populistas. Desde luego no todos los jóvenes son iguales, los hay juiciosos y con ganas de comerse el mundo, pero muchos entran dentro del patrón que estamos señalando. El populismo es una lacra que pudre desde la raíz, lo estamos comprobando.

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