Refugio de almas heridas

07.02.2024 | Redacción | Opinión

Por: Carmen Martell

Sentado en el primer banco donde comienza la zona de estudio, inmediata a la parte designada a leer la prensa, se concentra en dos cuadernos de distinto tamaño en los que toma notas mientras se ayuda de un viejo diccionario que me produce una insana envidia; no en vano, los diccionarios formaron parte inseparable de mi infancia y juventud, aunque ahora es difícil vivir en un lugar cuyas dimensiones permitan coexistir con una enciclopedia del tamaño que yo sueño. Le acompaña una taza que, ocasionalmente, le veo llenar en la fuente de agua que hay en la sala.

Pero hace unos días me fijé en que, además de una mochila, lleva un carrito de la compra al estilo de muchas personas sin hogar que paran también allí. La biblioteca del TEA (Tenerife Espacio de las Artes) se ha convertido  en estos difíciles tiempos, en un momentáneo Refugio de Almas Heridas. Como animales heridos buscando alivio, van llegando desde temprano algunos habitantes de bancos y plazas; se acercan a los baños y, con toda la dignidad que han podido conservar, salen medianamente aseados y se sientan con sus carritos en las mesas de lectura de prensa.

Es posible que alguno de entre ellos no sepa leer, pero todos ojean algún periódico o revista mientras cargan sus móviles para seguir manteniendo el mínimo contacto con algún ser querido.
La mayoría, se aíslan; alguno de manera ocasional, habla con el personal de seguridad; hay uno que busca conversación con cualquier empleado o usuario que se acerque a llenar su botella con agua e, incluso, hay otro al que la cordura ya va abandonando progresivamente.

Con tristeza he ido observando en poco tiempo el aumento progresivo de estas almas olvidadas, ante la mirada impasible y la desidia de organismos y mandatarios que piden al pueblo empobrecido que siga apretándose el cinturón; lo hacen desde sus altos sillones, sus opulenta mesas y sus lujosas habitaciones de hoteles en paraísos vacacionales.

Pero no pretendo entrar en reclamaciones políticas porque en eso ya he perdido la fe; pretendo, más bien,  entrar en los corazones de todos ustedes, porque aún creo en la bondad de la gente.

No dejemos que el ritmo de los tiempos nos convierta en máquinas ajenas al sufrimiento y el dolor porque en un instante, tu mundo puede derrumbarse y caer a tus pies hecho pedazos.

Sí, el ritmo de los tiempos nos quiere arrastrar, pero aún podemos parar, mirar a nuestro alrededor y volver a encontrar nuestra humanidad.

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Carmen Martell

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