26.04.2018. Redacción | Opinión
Por: Paco Pérez
pacopego@hotmail.com
En cierta ocasión, el ex alcalde de Santa Cruz de Tenerife y antiguo consejero de Turismo del Gobierno de Canarias, Miguel Zerolo, en una de sus ocurrencias, vino a decir que en Tenerife no se deja que nadie destaque en política y comparó su afirmación con un caldero lleno de cangrejos que quieren salir de la olla y, en lugar de empujarse unos a otros para que alguno lo consiga, lo que hacen es procurar que nadie lo logre.
En los partidos políticos de nuestro país es usual la práctica del canibalismo. Ya decía en su época el primer ministro británico Winston Chuchil que los adversarios hay que buscarlos en la oposición y a los enemigos en el propio partido al que se pertenece.
Debe ser una condición innata del ser humano. Si repasamos la reciente historia democrática, siempre ha sucedido lo mismo en España, con la caza y captura de los inquilinos de La Moncloa.
Tras reinstaurar un régimen de libertades, Adolfo Suárez apenas duró dos años en el palacio presidencial madrileña, porque la Unión de Centro Democrático conspiró contra él para cargárselo y aniquilarlo, por parte de miembros del ala izquierda de aquel partido nacido al final de la dictadura franquista.
Los grandes intereses económicos no estaban de acuerdo con el rumbo que estaba tomando el país y apadrinaron la operación de acoso y derribo, pensando en una especie de regeneración de la izquierda, pero la jugada le salió mal y fue el PSOE el gran triunfador electoral en octubre de 1982.
Felipe González estuvo al frente del Gobierno durante catorce largos años, pero el desgaste de la gestión y el fuego amigo terminaron por aburrirle y el conservador José María Aznar tomó el relevo, quien a su vez claudicó en un momento por las presiones de las distintas familias peperas, ansiosas de disfrutar de poder.
Vino luego Zapatero, que tuvo el grave error de no creerse lo de la grave crisis económico y pasó por el Ejecutivo con más pena que gloria, para entregarle el poder a un Rajoy potente y con ganas, que en la actualidad ya está siendo cuestionado por su propio partido y por la sociedad española, ante los innumerables casos de corrupción aparecidos en los últimos años.
El reciente asesinato político de Cristina Cifuentes por los caníbales del PP ha puesto de manifiesto, una vez más, que algo huele a podrido en el edificio número trece de la madrileña calle de Génova, unos tufos que incluso se empiezan a oler cerca de la Ciudad Universitaria, en un sitio conocido por Moncloa.
Son las miserias del ser humano.