Recuperar el consenso y la concordia

08.04.2019 | Redacción | Opinión

Por: Paco Pérez

pacopego@hotmail.com

Todo el mundo sabe, o debería saber, que el proceso de transición de España desde la dictadura franquista a un régimen plural, libre y democrático fue realmente ejemplar, porque se dieron circunstancias excepcionales que hicieron posible la transformaron de la realidad política, social y económica de nuestro país.

Eso se produjo no sin muchos sacrificios, también de la ciudadanía, y con muchas concesiones por parte de todas las fuerzas políticas, de las centrales sindicales de entonces y también por una importante arte de las Fuerzas Armadas y de otros estamentos fundamentales del Estado, que fueron "actualizándose" a distinta velocidad, todo hay que decirlo, por culpa de algunos inmovilistas que querían conservar sus privilegios.

Sea como sea, aquella Transición fue un rotundo éxito, que acabó con la aprobación de la Constitución Española, el refrendo del pueblo y la sanción real de Juan Carlos I, uno de los principales promotores de la transformación del país, sin olvidar el papel fundamental de Adolfo Suárez al mando del timón del barco desde la Presidencia del Gobierno y la participación destacada de Torcuato Fernández Miranda, un hombre muy listo y un gran estratega, que hizo que se designara presidente al entonces ministro y secretario general del Movimiento, que estaba de relleno en una terna con otros dos nombres destacados: Manuel Fraga y Gregorio López Bravo.

En el período constituyente fue esencial el talento y el talante de los redactores de la Carta Magna, como Herrero de Miñón, Tierno Galván, Alfonso Guerra, Solé Tura, Santiago Carrillo, el ya mencionado Fraga Iribarne, Gabriel Cisneros, Roca i Junyent, Peces Barba y algún otro líder político que ahora no me viene a la memoria.

Han pasado ya cuarenta desde entonces y parece que ya nos hemos olvidado de aquel período pacífico y de concordia. Siento decirlo, pero fue Rodríguez Zapatero quien metió la pata hasta el fondo con la polémica Ley de la Memoria Histórica, porque destapó el tarro donde estaban enterrados los viejos fantasmas de las dos Españas, porque volvimos la cabeza hacia los cadáveres de republicanos en las cunetas y en las tapias de los cementerios, y de los represaliados por el franquismo, pero también de los asesinatos de curas y monjas y de los incendio de iglesias y de ajustes de cuentas entre hermanos que muy poco favores hicieron a nuestro país.

Llegó luego Pedro Sánchez, empecinado en sacar los huesos del dictador gallego del Valle de los Caídos, y el PP se ha radicalizado hacia posturas más conservadoras, mientras los de la extrema derecha de este país, que había desaparecido del plano político, y apareció Vox en el nuevo mapa electoral, con lo que parece haberse esfumado aquel espíritu de concordia, de perdón, de entendimiento y de no mirar más al pasado, sino al futuro. Y también han hecho acto de presencia otros fantasmas enfermizos como los independentistas catalanes, auténticos delincuentes que desobedecen y se rebelan contra la Constitución y el orden democrático establecido.

Parece como si este surrealista país estuviera gafado. Como si el destino no nos quisiera dejar en paz. Qué pena. Es increíble.

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