07.04.2020 | Redacción | Opinión
Por: Paco Pérez
pacopego@hotmail.com
En mi ya dilatada vida profesional he tenido la oportunidad de conocer y de tratar personalmente a centenares de políticos de aquí y de allá, conservadores y liberales, progresistas, socialdemócratas, de centro, de extrema izquierda y de ultraderecha y tengo que confesarles, después de casi medio de siglo en este oficio de periodista, que la mediocridad de la clase dirigente ha sido el mayor denominador común --en mi particular y subjetivo modo de ver su comportamiento-- en los años en que me fui laboralmente activo, como quien dice, aunque un periodista nunca se jubila, como pueden ustedes comprobar con este comentario.
Al margen de ese triste denominador común al que hago referencia, tuve la suerte de conocer a personas de la talla de Adolfo Suárez, de Enrique Tierno Galván, de Julio Anguita, de Felipe González o de Manuel Fraga, verdaderos hombres de Estado, entre los líderes nacionales; y de otros políticos isleños como Tomás Padrón, Andrés Miranda, Rafael Clavijo, Antonio Martinón, Gregorio Guadalupe, Arturo Escuder (padre), José M. Galván Bello o María Dolores Pelayo, a los que reconozco su amor y servicio a Tenerife o a su isla respectiva, a tierra que les vio nacer, al Archipiélago y a sus gentes, en definitiva, entre otros muchos, porque cualquier selección de personas casi siempre es incompleta y queda coja, como cuando uno se olvida de invitar a algún pariente o a un amigo cercano a tu propia boda.
Todos los citados en la lista anterior pudieron/pueden haber cometido/cometer sus errores, como cualquier ser humano, pero todos sin excepción tienen un balance positivo en su gestión, en mi humilde opinión.
De Tomás Padrón puedo decir que debió haber sido e mejor presidente de Canarias, por su gran visión distinta y distante, de globalizar el Archipiélago, basando su cohesión en un hecho indiscutible, la Isla, las Islas. Y siempre supo, mientras ejerció como presidente insular, ser un regionalista convencido y un gran defensor de la pequeña isla del antiguo Meridiano cero.
Un hombre poco conocido en Tenerife fue Gregorio Guadalupe, que estuvo en la presidencia insular palmera en los primeros años democráticos. Fue un político tolerante en una isla siempre difícil de gobernar y defendió con uñas y dientes los intereses agrícolas de aquel territorio, principal fuente de su economía ayer y hoy.
Andrés Miranda, con quien aún me reúno a comer por algún guachinche de vez en cuando, se puede decir que fue un hombre impuesto por el antiguo régimen al frente del Cabildo tinerfeño en una época muy complicada, en la que se dio un impulso al desarrollo futuro de la Islas, como los polígonos industriales de Güímar y Granadilla, la puesta en servicio del nuevo Hospital General y Clínico (actual HUC) y otros proyectos de vital importancia, como el proyectado aeropuerto del Sur, cuya construcción se aceleró tras el trágico accidente de los "Jumbos" en Los Rodeos.
Rafael Clavijo fue otro político destacado en el Cabildo de Tenerife gran amante de su isla, pero muy solidario con los otros tres territorios insulares de la provincia canaria occidental, donde proyectó, promovió y ejecutó diversas obras de vital importancia, desde la Presidencia de la Mancomunidad Interinsular.
De Galván Bello solo puedo decir cosas positivas, porque pudo frenar los intentos hegemónicos del Cabildo de Gran Canaria en el concierto regional y, aunque fue criticado por una presunta venta de terrenos de su propiedad, se armó de valor y terminó en su segundo mandato dos infraestructura vitales para el futuro de la Isla a la que tanto quiso: la Autopista del Sur y el Aeropuerto Reina Sofía, que contribuyeron decisivamente al desarrollo económico de la vertiente meridional tinerfeña, secularmente abandonada.
Con respecto a Antonio Martinón, únicamente apunto su demostrada y manifiesta honradez en los numerosos puestos y cargos en los que ha estado, con mayor o menor éxito o fracaso, durante su dilatada vida en la política, pero siempre de manera honesta al servicio de los ciudadanos, con una hoja limpia de irregularidades. Eso no lo puede negar nadie, o por lo menos eso es lo que creo.
De Arturo Escuder, un hombre apasionado y muy temperamental en el ejercicio de la función pública, fue otro de los defensores del Archipiélago, y muy especialmente en el proceso de integración de Canarias en Europa, primero como presidente de la Cámara de Comercio, Industria y Navegación y más tarde, hasta su prematuro fallecimiento, como eurodiputado en Bruselas y Estrasburgo, donde logró que se respetarán algunas especificidades históricas y peculiares de una región periférica como la nuestra.
Por último --y lo he hecho adrede, porque siempre ha sido una feminista, defensora de la igualdad de géneros y de los derechos de las mujeres en todos los ámbitos de la vida-- voy a citar a la abogada tinerfeña María Dolores Pelayo que contribuyó decisivamente, como diputada del sector socialdemócrata de la extinta UCD, a impulsar la modernidad de nuestro país. No en vano fue, entro otras muchas cosas, ponente de leyes tan progresistas como la del aborto o la de divorcio, temas tabú durante la dictadura franquista. Unos derechos ciudadanos que le debemos, entre otras personas, a la señora Pelayo Duque.
Creo que, por hoy, ya he escrito bastante, con esta mención a algunos de nuestros dirigentes. Más que nada para destacar que no todo en política huele mal o es repugnante.
Imagen de archivo: Antonio Martinón