21.12.2020 | Redacción | Opinión
Por: Óscar Izquierdo
Presidente de FEPECO
Los problemas hay que afrontarlos de frente, con valentía, aportando resoluciones valedoras para solucionarlos. Esquivarlos, no mirarlos, dejar que se pudran, no encontrar respuestas adecuadas, es lo peor que se puede hacer, porque se magnifican, haciendo un daño enorme. En los últimos años, estamos aguantando una política artificial, donde no existe certeza alguna, hay menos seriedad y poco de verdad. Lo que dicen un día, serios y circunspectos, al día siguiente se cambia, sin rubor alguno, olvidándose de las promesas hechas anteriormente o de las declaraciones de intenciones, que después no se cumplen o se hacen totalmente diferentes a lo que se habían comprometido. Ejemplos hay muchísimos, los vemos a diario en los medios de comunicación y a través de las redes sociales. Es la posverdad gobernando un país, es decir, la distorsión deliberada de la realidad, manipulando creencias y emociones, con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales.
El populismo se caracteriza por decir lo que una parte del pueblo quiere escuchar, da lo mismo si es legal o entra dentro de la esfera de lo ilícito constitucionalmente, se trata de intentar conquistar a la gente con discursos facilones, cercanos o demagógicos, que no es sino una práctica política consistente en ganarse con halagos el favor popular. Es una preocupante degeneración de la democracia que, sirviéndose de ella, consiste en que políticos avispados e interesados, tratan de conseguir o mantener el poder, a base de concesiones a los sentimientos elementales de las personas. El resultado es sabido por las experiencias sufridas en algunos países, especialmente en Latinoamérica, que han quedado devastados, después de una etapa gobernados por algún sátrapa pintoresco, que sólo ha llevado indigencia, hambre, discordia, división o pobreza, porque lo único que verdaderamente aumenta en un régimen populista, es la riqueza de la camarilla gobernante y los pobres que se multiplican exponencialmente de manera significativa.
Es urgente revitalizar la economía, porque hay que seguir viviendo, precisamente para vencer a la pandemia del coronavirus. La vacuna que siempre ha funcionado, sin efectos adversos, se llama trabajo y su resultado es la creación de empleo. Las empresas quieren, pueden y tienen ganas, pero enfrente está la terrible burocracia entorpecedora y una administración lenta y obstruccionista, parando, retrasando e impidiendo funcionar con más agilidad a la iniciativa privada. Mientras que los ciudadanos están en situación crítica, incluso algunos pasando hambre y otras necesidades primarias en muchos núcleos familiares, los políticos, como siempre, a lo suyo. Desde sus buenos sueldos, dietas y jubilaciones, no se dan cuenta, no quieren, ni tienen tiempo para reconstruir el país. Es verdaderamente indignante, que se busquen artimañas para entretener al personal, alejándolos de la concienciación ciudadana, para que conozcan los problemas reales que les afectan.
Ahora, los morados de siempre, quieren imponer el debate de Monarquía o República, para despistar sobre los verdaderos asuntos que hay que afrontar urgentemente. Con la Transición se hizo un pacto político, unos acuerdos económicos y un contrato social, que cristalizó en nuestra Constitución, con el llamado Régimen de 1978, donde todo quedó clarificado y aceptado por el pueblo español, así que ahora, no se puede permitir, que vengan los podemitas con monsergas estrafalarias. Ya no hablan de la casta, porque ellos mismos se han convertido en sus máximos representantes. Han impuesto el dogmatismo, unido al sectarismo, con más enchufados en asesorías, gobiernos y administraciones, que enchufes hay en una feria de atracciones. No tienen afán de servicio público, sino de servirse del público y observando lo que ha pasado en los últimos años, sobre el cambio radical de su líder y lideresa, que han pasado del pisito de Vallecas, al casoplón de Galapagar, a lo mejor su sueño es terminar en La Zarzuela o quizás, en el Palacio Real, que todo se andará. Alguien debería recordarles el refrán español que dice: fray ejemplo es el mejor predicador.