25.07.2018. Redacción | Opinión
Por: Paco Pérez
pacopego@hotmail.com
Es malo que en un país democrático se extienda la idea de que la mayoría de las personas que se "meten" en política lo hacen para enriquecerse, pero tristemente en España existe esa creencia, porque muchos políticos se han convertido por obra y gracia de la humana ambición de enriquecerse en unos auténticos mamones en los últimos años, unos delincuentes que se han llevado dinero del erario público sin que se les caiga la cara de vergüenza.
Lo más grave del asunto es que estos delitos no afectan a una fuerza política concreta ni a un par de regiones determinadas, sino que la delincuencia política en este país es generalizada, por lo que muchas personas decentes y honradas, con verdadera vocación de servicio a la sociedad de la que forman parte, han renunciado a participar en la vida pública, por el enorme desprestigio que pudiera significar el desempeño de un cargo público.
Son tantos los implicados en centenares de casos, que sería interminable la relación de estos delincuentes de guante blanco, pero me gustaría refrescar la memoria de los lectores, citando solo los más graves producidos en suelo patrio, empezando por la familia del ex-honorable presidente catalán Jordi Puyol, un hombre que se ha hecho multimillonario cometiendo (él, su mujer y sus hijos) graves delitos contra la Hacienda pública y a través de operaciones nada claras, así como una ristra de sucesores en el cargo al frente de la Generalidad de Cataluña, como Artur Mas, Carles Puigdemont y toda la pandilla de nacionalistas e independentistas de la antigua Convergència y Unió, que pretenden convertir --y no cesan en su estúpido empeño-- de convertir aquella región del noreste de la Península Ibérica en una república independiente.
No hablemos, por otro lado, de las decenas de casos de corrupción en el País Valenciano, con el PP a las cabeza: Fabra, Camps, la fallecida Rita Barberá, y los asuntos tan turbios descubiertos en las Islas Baleares, donde tampoco han sido mancos a la hora de meter la mano en la caja de apetitosas ensaimadas mallorquinas.
Y qué decir de Madrid, donde la indecencia a afectado a varios alcaldes de esa comunidad, a dirigentes nacionales del PP (por la financiación ilegal del hasta hace poco partido en el Gobierno) y a dirigentes conservadores como el ex-vicepresidente Rodrigo Rato, el tesorero "popular" Luis Bárcenas y a una larga lista de mamones y sinvergüenzas.
Vayamos también al sur peninsular, donde los gobiernos socialistas de Chaves y Griñán hicieron de las suyas en los planes de empleo rural (PER), a través de una estafa de libro, o los "fallos contables" en Merca-Sevilla, donde desaparecieron centenares de millones de euros.
Y terminemos, por hoy, en Canarias, donde también se han descubierto importantes "irregularidades", como las subvenciones falsas del ICFEM, el caso eólico (donde han sido condenados todos los implicados), el feo asunto de la montaña de Tindaya, el desfalco en Simpromi --un organismo dependiente del Cabildo tinerfeño--, y otros muchos que se conocen, como el de la extraña contabilidad del Recinto Ferial, donde parece que han desaparecido unos milloncejos de nada.
Me temo que el día que Coalición Canaria tenga que dejar el poder en estas Islas (si es que ese día llega un siglo de estos), a sus sucesores en diferentes puestos públicos les dé por levantar las alfombras de algunas instituciones y, en lugar de limpiar el polvo, se descubran la basura acumulada durante tantos años de gobierno supuestamente nacionalista, porque creo que el vertedero de Arico se quedaría pequeño para albergar tan poco desvergüenza. Y no estoy hablando solo de dirigente de CC, sino también de supuestos cómplices en los partidos Socialista y Popular, que han colaborado activamente con la antigua ATI en distintas etapas y a través de distintos pactos de gobierno no solo en el Ejecutivo regional sino también en organismos e instituciones públicas en la que se ha acumulado demasiada mierda.
¿Existen en este país los fiscales anticorrupción? Espero que alguien, si los conoce, me conteste. Hasta otra ocasión, queridos lectores. Me voy a lavar las manos después de escribir estas líneas. Con jabón y lejía.