Oswaldo Brito, un hombre peculiar

02.09.2022 | Redacción | Opinión

Por: Paco Pérez

pacopego@hotmail.com

El miércoles pasado desayuné con la triste noticia del fallecimiento de Oswaldo Brito, un hombre peculiar, que se convirtió en un referente importante en los primeros años de la autonomía canaria, uno de los mejores oradores que ha tenido el Parlamento y, seguramente, un hombre con una visión distinta y valiosa del conjunto de este Archipiélago atlántico.

Conocí a Oswaldo en la Universidad de La Laguna, en 1977, porque dio clase de Historia Moderna a mi promoción (1975-80) cuando cursé estudios de Filosofía y Letras en el primer centro docente de las Islas, y tuve que renunciar a examinarme en la convocatoria de junio, en tercero de carrera, porque me encargó un trabajo que me llevaría meses realizar, sobre los contratos de arrendamiento agrarios de la Iglesia en Vilaflor y La Orotava en los siglos XVI y XVII, que le presenté en septiembre y que calificó de sobresaliente.

Con un gran sentido del humor y con fina ironía, compartió la docencia, en aquellos años, con la lucha obrera, pues se convirtió en un auténtico líder sindical en defensa de colectivos tan importantes como los conductores de guaguas o los estibadores portuarios, sin olvidar a los miles de empleados de las fábricas de tabaco de las Islas, que fueron desmanteladas años después.

Sin duda, en su biografía hay que destacar también su participación juvenil en grupos de cristianos de base, como la HOAC, en colaboración con el entonces sacerdote palmero Elías Yanes que, con el paso de los años se convirtió en presidente de la Conferencia Episcopal Española, aunque nunca llegó a ser cardenal, en contra de la tradición eclesiástica de hacer purpurado al jefe de la Iglesia Católica española.

Desde esos movimientos católicos progresistas durante el franquismo, Brito era un fiel defensor de la lucha de clases y, años más tarde, con la incorporación en la política a través de ese conglomerado surrealista que es Coalición Canaria, participó activamente en política, siendo un referente en la historia reciente del Archipiélago.

Fue un destacado orador en la Cámara legislativa autonómica, senador por esta Comunidad y teniente de alcalde de La Laguna en los años noventa, entre otros cargos.

Cansado de su participación activa en la política, por desavenencias con miembros de aquella coalición, Oswaldo se dedicó después a la creación de diversas empresas, con éxitos y fracasos, y llegó a asesorar activamente a diferentes ayuntamientos, sobre todo en la isla de La Palma, y a hacer destacados informes a distintos grupos parlamentarios canarios.

Oswaldo pasará a la historia como un importante obrero cualificado en la construcción y desarrollo de nuestra autonomía y como un hombre muy peculiar, muy inquieto por su tierra y como un padre y esposo ejemplar, con profundas creencias cristianas.

Descanse en paz el amigo, con quien compartí varios meses trabajando para una de sus empresas, a principios de este siglo.
 

Imagen: Paco Pérez | Facebook

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