09.04.2017. Redacción / Opinión
Por Víctor Yanes.-
Me detengo ante Luz Arrocha. Un libro rotundo cae sobre mí y abre felizmente mis párpados, para que los ojos claros de la curiosidad lectora, descubran posibles espacios comunes de sensibilidad poética.
El libro, la joya, el evidente hallazgo, lleva por nombre “De Espinas, Cenizas y Licores”. Título que invita a pensar en una elemental contraposición de tres aplastantes realidades como son el sufrimiento, la muerte y la lujuria. Pero este apunte, con el cual me aventuro a meterme en problemas, no es más que una vaguedad de lector que opina sobre la obra leída.
Siempre que descubro a un nuevo autor o autora, siento, previo a su lectura, un anhelo infantil o golpe de inocencia, un tanto inverosímil, como quien espera la venida sorprendente de LO NUEVO, en un tiempo, el nuestro de ahora, en el que la imaginación más enriquecida es muchas veces, la finalización alegre de haber bebido de amplias y provechosas fuentes históricas.
“De Espinas, Cenizas y Licores” es el primer poemario de Luz Arrocha. Irrumpe con un lenguaje atrevido, procedente de una clara y radical introspección, separando las piedras pesadas del tiempo, practicando un costoso trabajo de policía bueno o fiscal amistoso del yo. El poemario de Luz Arrocha es inclasificable. Los trabajos verdaderamente inclasificables son, para mi gusto, los más interesantes. Los que no se amoldan a una directriz crítica porque, de entrada, no se sabe muy bien lo que son.
“De Espinas, Cenizas y Licores” circula entre escenarios insólitos fuera de la manida racionalidad, bordeando temerariamente un surrealismo elemental, sin que pueda sospecharse, detrás de cada palabra, la existencia de artificios deshonestos de una principiante presuntuosa. En el citado poemario, leemos y sentimos pasión por un compromiso de corte existencial, que es un compromiso atento por la vida. Poemario estremecido por inesperados contrastes entre unos versos diáfanos, en los que la claridad del concepto es una realidad nítidamente visible y otros, en los cuales, el lenguaje se destripa sobre un terreno rocoso de poesía críptica.
“De Espinas, Cenizas y Licores” se construyó en el silencio de su autora, un silencio densamente habitado, que abre los ojos internos como dos faros que necesitan, imperiosamente, alumbrar las dudas y un amplio espacio vital, orientando al lector hacia el placer gustoso de los balanceos que ni sabemos en qué orilla nos van a depositar. La indeterminación como posibilidad única de entregarnos a las virtudes de la intuición, igual que un gran poder que nos ayuda a vivir en condiciones emocionales aceptablemente buenas.
En “De Espinas, Cenizas y Licores” también hay mujeres con sexo y en el sexo, rebeldías defensivas comparables al deseo urgente de conservar el derecho a la soledad y una sensualidad carnal y un puñado de sueños que insisten. Recomendable primera obra de Luz Arrocha, trabajo singularmente sólido, madera de la buena preparada para arder en la hoguera de la creatividad de un original poemario que merece la oportunidad de una amplia y atenta lectura.