07.02.2023 | Redacción | Opinión
Por: Óscar Izquierdo
Presidente de FEPECO
Cualquier tipo de obra, no sólo privada, sino también publica, en todo ámbito personal o social, que pueda servir para ayudar o potenciar algo o auxiliar a alguien, siempre es bienvenida. Ya no hablamos específicamente del sector de la construcción, sino de cualquier actividad. La promesa, como expresión realizada en el presente, para ejecutar en un futuro, a corto, medio o largo plazo, si queda estancada en lo dicho, sin pasar al nivel siguiente de ejecución, no tiene valor y lo que es peor, es un engaño manifiesto. La veracidad de lo enunciado tiene que quedar reflejado en la realidad, es la mejor manera de tener y ganar confianza en las instituciones, partidos políticos o cualquier entidad, sin descartar por supuesto y principalmente, a los que se dedican profesional o coyunturalmente a la política.
Hay que denunciar a toda voz la hipocresía, como forma normalizada de comportamiento en la esfera pública, porque el fingimiento de cualidades, sentimientos e incluso acciones disfrazadas de lucimiento personal, a lo que verdaderamente se tienen o experimentan, parece que es la norma establecida, como manera de proceder, aceptada por todos. Es pura artificialidad, plástico reutilizable. Hay que revelarse contra esta manipulación de los sentimientos de los demás, de sus necesidades primarias y de las demandas sociales. Lo que se propone se construye, es así como se crece, a base de trabajo concienzudo, bien hecho, intenso, con la firme intención de que sirva. Se llama utilidad.
El viejo refrán español de “obras son amores y no buenas razones”, siendo también, el título de una comedia de nuestro gran poeta y dramaturgo Lope de Vega, viene a exigir la coherencia entre las palabras y los actos, es decir, en un termino popular, tener principios, que lleva implícito seriedad y formalidad. El compromiso, implica una obligación contraída, una palabra dada o un acuerdo pactado entre distintas partes, que tiene que cumplirse.
Necesitamos cambiar la dinámica actual de lo inmediato, poniendo constantemente parches a lo urgente, hay que parar, reflexionar más, para que los resultados sean halagüeños. Haciendo una buena planificación y cumpliendo plazos y formas, todo saldrá adelante conforme a lo establecido, así de sencillo. Pero eso no significa ponerse del lado de lo infinito, como ha pasado en Tenerife con las obras de carreteras, donde en las últimas décadas, se han hecho tantas propuestas, de todos los colores, variadas, encontradas, divergentes, que lo que han conseguido es precisamente que no se haga nada, es la inutilidad puesta al servicio de personalismos políticos, profesionales o ecologistas, que han perjudicado a la isla, dejándola desvertebrada y perjudicada. Es decir, a lo mejor la estrategia, perfectamente planificada, por la quinta columna que intenta gobernar la isla desde la sombra, vista ya desde la óptima del tiempo pasado, ha sido perder el tiempo en enfrentamientos, discusiones o debates, para seguir en la actualidad en la misma dinámica, porque cada vez que se habla de una obra pública o privada nueva a ejecutarse, aparecen, las mismas tácticas o maniobras de siempre, con el único objetivo conocido de sobra conocido de estorbar, obstaculizar, inmovilizar, impedir, dilatar, demorar y atascar cualquier movimiento que signifique un avance para Tenerife.
Lo que está meridianamente comprobado es que se quiere una Comunidad Autónoma, liderada desde Gran Canaria, hace años que se ha perdido el equilibrio regional o provincial, llamémoslo como quieran, eso es lo de menos, lo demás, es que es indiscutible lo dicho, dotándola de todas las infraestructuras públicas que necesita e incluso más de las que demanda la propia isla. En cambio, aquí todo son problemas inventados para frenar cualquier actuación. ¿Quién defiende a Tenerife?
Imagen de archivo: Óscar Izquierdo, presidente de FEPECO