01.10.2019 | Redacción | Opinión
Por: Patricia Pérez Rivero
Margua
Toda relación personal o laboral que mantenemos hoy, tiene un inicio, una historia… Cada relación que establecemos se puede dar por un sinfín de motivos, desde compartir gustos hasta tener amistad con tu vecina porque la ves cada día cuando sales de casa. Las relaciones personales implican más sentimientos, más cercanía y una unión más estrecha comparada con la relación laboral, dado que en esa todo es profesional.
Cuando hablamos de relaciones personales, tenemos que tener presente que todas tienen un denominador común y son nuestros primeros vínculos afectivos. Entre ellos está nuestro primer amor, nuestras primeras amistades, nuestras primeras conexiones afectivas con nuestras familias, con nuestros padres o referentes de nuestra vida.
Los vínculos comienzan en el embarazo, una conexión de dos, yo te siento en mi vientre y yo crezco dentro de ti, hasta llegar el momento de salir al mundo. No quiero marcar que esa sea la primera conexión pero si la más inexplicable, porque sin ver amas a ciegas a ese ser que formará parte de ti y de tu vida. Cabe destacar que esté vinculo también se da cuando se adopta, cuando acogemos a ese niño o niña y entre todos les damos amor, cariño, educación, vida, etc. Tenemos que tener presente que el modelo familiar tradicional ha cambiado y ahora dos mujeres pueden formar una familia, como también dos hombres o una persona que tenga muchos deseos de ser mamá y papá, forman y son creadores de nuestro primer vínculo.
No somos conscientes de que la familia directa, que quien nos cría, donde crecemos y maduramos tienen un registro emocional que nos determina en algunos comportamientos sociales a la hora de crear y desarrollar relaciones. Siempre se ha dicho que la primera vez, nunca se olvida. Eso sucede con este vínculo, nos crea, nos hace crecer y adoptar una forma de ser, de desenvolvernos.
Los padres son esas personas que nos hacen conectar con el amor, con el cariño, con la educación, con las rutinas, son quienes nos dan fuerza para no tener miedo cuando hay oscuridad, quien nos hace tener autoestima y nos muestran como valorarnos, a que cuando nos caemos puede doler, pero siempre te puedes levantar…todo eso y mucho más proviene de nuestras primeras relaciones emocionales que vivimos y tenemos.
Los recuerdos pueden perderse pero las emociones y sentimientos no se borran, nuestra piel tiene memoria recuerda lo vivido. Por eso estos vínculos son tan vitales porque determinan gran parte de nuestra personalidad, afectando cambios de personalidad para seguir su ejemplo o para diferenciarnos, todo enseña, todo marca y nosotros decidimos como queremos que nos afecte.
Tenemos la oportunidad de dejar lo mejor en nuestros hijos, tenemos la oportunidad de llenarles de amor cada día, de ser sus compañeros de vida en cada etapa que vivan, de protegerles y enseñarles que a veces perder es ganar, de llenarles de seguridad, valores para que cuando nos miren a los ojos una vez sean adultos veamos que nuestros recuerdos en ellos les han ayudado a ser grandes humanos, donde se palpe una mirada de amor puro, fuerte y sincero, que de paso a grandes humanos libres, llenos de vida y sonrisas de aprendizaje en cada caída. Seamos lo que ellos se merecen, lo mejor y eso es el tiempo que estamos a su lado.
Imagen: CEDIDA | Patricia Pérez Rivero