17.10.2018. Redacción | Opinión
Por: Paco Pérez
pacopego@hotmail.com
Aunque parezca mentira, en este país diferente que es España hay en la actualidad más de un millón de hombres y mujeres jóvenes con titulo universitario que están en paro y en riesgo de pobreza, a los que hay que sumar otros muchos miles que trabajan en puestos para los que no se necesita estar licenciado o graduado, como camareros, jardineros y otros oficios por el estilo.
Mientras Alemania, por ejemplo, puede presumir de pleno empleo (porque el paro es inferior al cinco por ciento de la población activa), la Europa del Sur padece un mal endémico que va en aumento. De hecho, en nuestra nación la cifra de jóvenes titulados sin empleo ha aumentado en más de trescientos mil en los últimos años, desde que empezó la tan traída y llevada crisis económica en 2008.
En nuestra querida España las familias siempre se preocuparon, inexplicablemente porque las parejas que iban a casarse tuvieran, en la medida de lo posible, una vivienda en propiedad, porque vivir de alquiler era "como tirar el dinero por el sumidero" y el principal orgullo de unos padres consistía en que sus hijos estudiaran una carrera universitaria.
El ochenta por ciento de los europeos viven en pisos arrendados, cuando aquí es al contrario, por ejemplo, y por ese concepto equivocado del porvenir de nuestros descendientes, el porcentaje de licenciados y graduados universitarios en España es superior al de otros países de su entorno, porque no hemos fomentado la educación reglada en formación de otros oficios, tan bien o incluso mejor remunerados.
Entre otras cosas, ese concepto social ha provocado una sobreoferta de universitarios en el mercado laboral y muchos profesionales se encuentran ahora mismo en una situación de riesgo de pobreza, y miles de jóvenes muy preparados no han tenido más remedio que emigrar al extranjero para poder subsistir y ganarse el sustento lejos de su país. Increíble pero cierto. Una verdadera pena.