02.12.2019 | Redacción | Opinión
Por: Óscar Izquierdo
Presidente de FEPECO
Los discursos antiguos continúan propagándose sin miramiento alguno, los llevan de aquí para allá los noistas, esos personajes retrógrados, disfrazados de ecologistas o progres, que no saben distinguir la realidad de su propia ideología que, por cierto, pretenden imponer en todo y a todos. Siguen intentando parar cualquier obra a ejecutar en Tenerife, aunque sea beneficiosa para el conjunto de la sociedad e imprescindible para la productividad empresarial y el crecimiento económico. Cada vez que se reivindica las infraestructuras que la isla necesita, allí aparecen, generalmente junto a los ya famosos escarabajos, para impedir cualquier avance. Con una expresión moderna, diríamos que son verdaderamente tóxicos.
Las carreteras son un medio, nunca un fin, por lo que siempre sirven para algo. Vertebrar un territorio, aumentar la cohesión social y posibilitar un desarrollo sostenible, son algunos de los beneficios que conllevan. Lo que decimos no es una ocurrencia, sino una constatación global. La gran utilidad que acompaña a las carreteras deja ensombrecido cualquier perjuicio que pudiera ocasionar. No se trata de llenar nuestra isla de asfalto y de cemento, como machacona y maliciosamente repiten, pero sí de establecer aquellas estructuras viarias, que permitan gozar de mayor calidad de vida y bienestar social, porque hay que priorizar a las personas.
Las actuaciones concretas sobre nuestro patrimonio cultural, especialmente en el conjunto de bienes materiales e inmuebles, también son objeto persistente de parálisis por estos ínclitos noistas, que no quieren que se toque nada, para que se caiga todo. La rehabilitación tiene un objetivo preciso, cual es, actualizar los inmuebles históricos para vivirlos, en el caso de la iniciativa privada o para disfrute ciudadano cuando son proyectos públicos. El talibanismo conservacionista, por parte de funcionarios, noistas o comisiones de patrimonio, frenan cualquier actuación, provocando un deterioro visual, estructural, económico y vivencial, porque en vez de proteger, incentivan el abandono. Es decir, los resultados son totalmente opuestos a lo que pretenden defender. Estos individuos, ecologistas verdes e historiadores morados, desde una subjetividad personal, se creen en posesión de una verdad absoluta, la de ellos o ellas, como les gusta tanto referirse, que intentan implantar a fuerza de una persistencia ciega y con la constitución de plataformas del no para cualquier asunto a obstaculizar.
En la Península se padece el fenómeno de la España vaciada, que aquí tiene su correlación en algunos pueblos de Tenerife, que están perdiendo población de manera significativa y preocupante, con un envejecimiento galopante. Salir hacia la zona metropolitana o turísticas, es el escape que se encuentra. Mucha culpa de esta emigración interior, la tiene la imposibilidad de gestionar para vivirlo, el patrimonio inmueble familiar, generalmente heredado, por las continuas pegas o trabas, por parte de los que frenan cualquier interés en recuperarlo o para conseguir algún beneficio económico con su puesta en el mercado. Están expulsando a los ciudadanos de las zonas con más riqueza patrimonial, para convertir a esos pueblos en verdaderos geriátricos, sin perspectivas de crecimiento futuro y con unas propiedades ruinosas, que van a ser derribadas no por los “malvados empresarios para la especulación”, como les gusta repetir insistentemente y engañosamente, sino por la inconciencia de esos noistas, que desde una superioridad moral, que nadie les ha dado y que ellos mismos se han arrogado sin vergüenza, procuran implantar dictatorialmente. No hace falta que nos protejan, somos mayorcitos y maduros para saber actuar con responsabilidad.