15.04.2018. Redacción | Opinión
Por: Rafael J. Lutzardo Hernández
Vivimos en un mundo desordenado; desigual e injusto. La balanza de la vida nunca podrá estar equilibrada ante una humanidad tan depredadora, ambiciosa, egoísta y materialista. La pobreza material es la miseria que arrincona a millones de niños/as y familias en el mundo. Sin embargo, la inocencia, la sonrisa transparente, la mirada noble y sincera y el abrazo de amor de esos niños/as les convierten en personas ricas en valores.
Por otro lado, aunque es un país europeo económicamente avanzado, España tiene una tasa bastante alta de pobreza. Hay grandes diferencias entre pobres y ricos, lo que ha llevado a la discriminación hacia los niños provenientes de familias pobres y de escasos recursos, hecho que impide el pleno goce de sus derechos. La Pobreza en España tiene un obstáculo difícil de superar. Es decir: la pobreza, donde más del 20% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza.
Ni que decir tiene, que esta estadística es una tragedia para un país con un nivel de vida muy alto, y tiene consecuencias negativas en la situación de los niños. Debido a un apoyo financiero insuficiente, estos niños tienen un acceso limitado a la educación, la salud y alimentos nutritivos.
En lo que respecta al sistema sanitario español está bastante bien desarrollado, el personal y los materiales médicos se ponen a disposición de la población. Además, la asistencia sanitaria en España es gratuita, un elemento importante en la lucha contra la discriminación. No obstante, con la llegada de la crisis económica las listas de espera es la gran asignatura pendiente de nuestra Sanidad Pública.
La violencia sigue siendo la lacra que rodea a un país pluralista como es España. Pese a la presencia de los servicios de protección de menores, todos los años España informa de muchos casos de maltrato infantil. En 2007, se denunciaron unos 800.000 casos de violencia doméstica. Las víctimas de maltrato infantil pueden ser tanto los testigos como las víctimas directas. Es trágico el hecho que algunos niños mueran porque son de diferentes nacionalidades.
Los niños inmigrantes retenidos en centros de detención son víctimas de violencia tanto física como psicológica. A veces se les priva de educación, recreo y salidas al exterior, incluso, al estar aislados, se vuelven aún más agresivos. Un informe de 2009 del Mediador Nacional mencionó que tenían que administrar medicamentos para calmar a muchos de los niños.
En otro orden de cosas, España se enfrenta a una gran cantidad de inmigrantes procedentes de África y Europa del Este. Estos inmigrantes o refugiados llegan en grupos y muy a menudo traen a sus hijos consigo. Los niños, vulnerables y débiles, a menudo tienen que caminar durante horas o se esconden en camiones con el fin de llegar a España. El viaje puede llegar a ser mortal; algunos pierden la vida en el camino.
Una vez que arriban, no está garantizado que su situación mejore. Muchos de estos menores se encuentran solos en España, sin sus padres. Sin comida, se enfrentan a vivir en la calle con un acceso limitado al agua. El gobierno español debe mejorar no solamente su reacción, sino también las condiciones en que los niños regresan a su país de origen.
La mayoría de las personas que viven en una situación de pobreza son niños y niñas. La pobreza impide la realización de los derechos de la infancia. Asimismo, debilita el entorno protector del menor de edad, ya que el maltrato y la explotación de la infancia están vinculados a una pobreza generalizada y profundamente arraigada. La pobreza también arruina sus vidas debido a la mala salud y la desnutrición, y frena su desarrollo físico y mental, menoscaba su energía y socava su confianza en el futuro. En ninguna sociedad se ha producido una reducción amplia de la pobreza sin haber realizado primero inversiones cuantiosas en el derecho a la salud, la nutrición y la educación básica de sus habitantes.
Así pues, quebrar este ciclo de pobreza depende de las inversiones que realicen los gobiernos, la sociedad civil y las familias en los derechos y el bienestar de la infancia, y en los derechos de la mujer. Invertir en la salud, la nutrición, la educación y el desarrollo social, emocional y cognoscitivo de la infancia, y en el logro de la igualdad de género, no es únicamente una inversión en una sociedad más democrática e igualitaria, sino que también es una inversión en una población más sana, más alfabetizada y, en última instancia, más productiva.