23.08.2017. Redacción / Opinión
Por: Paco Pérez
pacopego@hotmail.com
Con la señalética hemos aprendido un lenguaje no verbal, sino visual, que tradicionalmente asocia determinados colores con significados muy concretos.
El color rojo siempre ha representado peligro. El propio Demonio aparece gráficamente encarnado y el bermellón se asocia con algo a tener muy en cuenta para mal o como símbolo de advertencia o de prohibición.
Los comunistas y demás gentes de ideología marxista fueron llamados "rojos" en la España de la dictadura franquista, por entender a su manera que se trataba de personas peligrosas para el régimen impuesto por el Ejército que se sublevó contra la II República.
Por regla general, el rojo se asocia con algo siniestro. La diestra es la derecha, normalmente representada en azul o en verde, mientras que los botones, luces y señales rojas suelen colocarse a la izquierda de cualquier aparato o utensilio. Y hasta las luces de alarma, por regla general, son vermellonas.
Los grifos del agua caliente (como el infierno), a la izquierda de los lavabos, bañeras y bidés, tienen botones rojos, mientras que los de agua fría son azules. Lo mismo ocurre con las banderas de las playas: la roja prohíbe su uso a los bañistas, mientras que la verde es permisiva. Y la bandera de la UE de playas recomendadas es de color azul.
Tres cuartos de lo mismo sucede con las luces semafóricas: el verde da paso y el rojo lo impide y también con las señales verticales de nuestras carreteras. Todas las indicaciones de prohibición y/o peligro son rojas: las triangulares de ribetes rojos y fondo blanco, que advierten de alguna circunstancia (curvas cerradas, limitación de velocidad, etc.) o bien casi totalmente rojas, como el stop o el prohibido el paso.
Cuando tenemos una cuenta bancaria con saldo negativo, se dice que cuenta está "en números rojos" y hasta se dice que cualquier persona se pone encarnada cuando siente vergüenza o cuando un rostro tiene expresión de ira.
En cambio, como ya hemos comentado hay otros colores "más dulces", si se me permite la expresión, como el verde (que asociamos siempre con la esperanza y con el mundo vegetal y el medio ambiente) y el azul (que relacionamos con dos elementos naturales, como el cielo y el mar.
No es casual esa simbiosis entre colores y situaciones concretas, porque nos han educado de esta manera con la que identificamos los distintos cromos y tonalidades de nuestro pantone particular y la propia sociedad nos separa incluso por sexos desde nuestra más tierna infancia, porque lo rojo y lo rosado se asocia también con lo femenino, y el azul y el gris, por ejemplo, con el mundo masculino.
Ni qué decir, por último, del negro y del blanco. El primero es símbolo de luto, de negativismo, un color ciertamente muy pesimista, del final de la vida. Mientras que el alba representa el nacimiento, el amanecer y la pureza. No sé si alguna vez han pensado en todo esto, pero es lo que hay, amables lectores. ¿O no?