12.01.2024 | Redacción | Opinión
Por: David Cabrera de León
Cabildo de El Hierro
El 82% de la población total de Canarias se concentra en las islas capitalinas.
El 52% del territorio canario corresponde a las islas no capitalinas.
El 74% de la suma de los presupuestos insulares corresponden a las islas capitalinas.
En una utopía distante, Canarias experimenta una realidad donde la asignación de recursos siempre ha sido justa. En este mundo ideal, los números hablan de una distribución equitativa de los presupuestos, considerando las necesidades específicas de cada cabildo insular y garantizando que todas las islas compartan un desarrollo equitativo.
Aunque Gran Canaria y Tenerife continúan siendo las islas capitalinas, albergando la mayoría de la población canaria, la asignación de recursos se realiza teniendo en cuenta las particularidades de cada isla. Este enfoque ha dado lugar a una densidad poblacional más equitativa en todo el archipiélago, evitando la concentración masiva en las islas capitales de provincia.
En esta utopía, la gente elige dónde vivir porque en todas las islas encuentran las mismas oportunidades y calidad de vida. Las islas que vivían bajo el paraguas de la doble y triple insularidad reciben presupuestos que reflejan de manera adecuada sus necesidades. Ya no se usa una regla de tres para asignar los millones; “población partido euros”.
En este escenario utópico, la naturaleza sigue determinando las dimensiones de cada isla, pero el enfoque humano se centra en dotar a todas por igual de mejores servicios sanitarios, educativos e infraestructuras. La asignación presupuestaria se guía por principios de igualdad de oportunidades, fomentando un desarrollo sostenible y equitativo en todas las islas.
Además, en esta utopía distópica, el Gobierno Canario decide otorgar mayor autonomía de gestión a los cabildos insulares. Este cambio se traduce en una mayor capacidad para abordar las particularidades y desafíos específicos de cada isla, dando lugar a un modelo de gestión más descentralizado. Las islas, una vez subestimadas, se convierten en laboratorios de innovación, experimentando políticas adaptadas a sus propios contextos.
En resumen, esta utopía canaria representa un modelo en el que la equidad y la reflexión en la asignación de recursos construyen un futuro más justo y próspero para todos los habitantes del archipiélago, independientemente de la isla que elijan llamar hogar.