La que se avecina

23.09.2019 | Redacción | Opinión

Por: Paco Pérez

pacopego@hotmail.com

Cuando creíamos que estaba superada la Crisis con mayúscula, que padecimos hace una década, empiezan a notarse síntomas de un enfriamiento económico global. Disputas comerciales entre Estados Unidos y China, inestabilidad política en muchos países, brexit, aumento de la insolvencia, repunte de los expedientes de regulación de empleo, desaceleración en el consumo, así como el calentamiento del sistema y otras variables más técnicas, auguran unos tiempos difíciles, cuando todavía no estábamos totalmente restablecidos de la ultima experiencia negativa, que tanto daño hizo a nivel empresarial, laboral y personal. Aunque la recuperación emprendida a partir del 2.014 se notaba más en la macroeconomía que en las economías familiares, no cabe duda, que estábamos esperanzados en ir remontando la dichosa crisis que destartaló el tejido empresarial y en el caso concreto de la construcción, casi lo aniquiló por completo.

La mejor definición de lo que está pasando es la incertidumbre, como consecuencia de la situación política, donde no prima el interés general, sino las ambiciones personales, las simples estrategias partidistas y la falta de consenso en los asuntos vitales. Asistimos perplejos a una mediocridad, casi generalizada, de los responsables públicos, que desprestigian el quehacer político. No trabajan para solucionar problemas y aportar gestión eficiente, en cambio, pierden el tiempo en verdaderas chorradas, que no le importan a la ciudadanía, entre otras cosas, porque no sirven para vivir mejor; son unos verdaderos ególatras, que piensan y actúan sólo en beneficio propio. Mientras tanto, la situación sigue deteriorándose, la actividad económica frenándose y el empleo destruyéndose; son unos irresponsables. Necesitamos, en todos los ámbitos territoriales, gobiernos estables, fuertes y diligentes, conformadores de una política activa que impulse el desarrollo en todos los espacios vivenciales.

Antes de que la situación se vuelva irreversible, hay que tomar medidas audaces y contundentes. No cometer errores ya experimentados y poner en marcha acciones que empujen hacía una dinámica positiva. La nefasta crisis que padecimos significó la paralización del sector de la construcción y como consecuencia, paulatinamente se fueron debilitando todos los demás sectores económicos, perdiendo influencia. No podemos dejar que pase lo mismo. La construcción es estructural en cualquier territorio o sistema económico, es la locomotora que tira de los demás. Eso significa que hay que mantenerla a flote, porque de su subsistencia y salud, va a depender el crecimiento económico y social. Es cuestión de ser realistas y afrontar lo que se avecina con garantías de ganar la batalla. Si los cimientos son fuertes, los movimientos que puedan sobrevenir no harán ningún daño, porque se resistirán. La construcción significa, trabajo, empleo, dinamismo empresarial, alegría en los demás sectores económicos y principalmente vida. Ahí encontramos el muro que puede contener las asechanzas que puedan poner en peligro la mejora económica de los últimos años. No podemos tirar por la borda todo lo que se ha emprendido.

Hay que afrontar con valentía la conservación y mantenimiento de las edificaciones, es construir sobre lo construido, es la economía circular, es el presente y la seguridad del futuro. La vivienda como derecho fundamental, pero, sobre todo, como necesidad primaria, tiene que estar en la cumbre de las prioridades públicas, es el momento de poner manos a la obra.

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