18.02.2023 | Redacción | Opinión
Por: Rafael J. Lutzardo Hernández
Últimamente estoy observando que unas de las calles de la capital tinerfeña, concretamente la calle de Miraflores, en unos de sus adyacentes, vuelve a retomar la vida de la prostitución ante la presencia de un número importante de mujeres. Ciertos es, que recientemente un colectivo de vecinos de las cercanías de la afamada calle santacrucera, protestaron en una institución gubernamental, motivado por la actividad de un número de personas dedicadas al mundo de la prostitución. Una vez, más, escribo y pienso que no estoy en contra de que la mujer decida por voluntad propia ejercer el oficio más antiguo del mundo, pero ejercerlo en un lugar donde reúna las condiciones higiénicas y entornos urbanístico que no altere el orden social de los ciudadanos/as tinerfeños.
Por motivos personales, asociados a temas laborales y visitar a los amigos, casi todos los días tengo que pasar por unas de esas calles, las cuales lindan con Puerta Canseco y Hospitalito de Niños, hoy denominado como Hospital de Día Infantil y Juvenil Doctor Guigou, pudiendo ver, en un entorno arquitectónico de edificios antiguos y deteriorados por el paso del tiempo, pero también por el abandono de los dueños y responsables de urbanismo del ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife; la vuelta de la actividad de la prostitución.
Sin duda, la capital tinerfeña sigue teniendo lugares que aún siguen siendo despojos arquitectónico del pasado, presumiendo los ediles políticos de tener una ciudad europea. Nada más lejos de la realidad. La prostitución y quienes la ejercen como tal, merecen un respeto; un control sanitario y la protección contra aquellas personas que intenta explotar a las mujeres que practican el señalado oficio. Pero también es verdad, que ellas, las que viven de la prostitución, deben de tener en cuenta donde exhiben sus cuerpos como reclamos para aquellos clientes que desean comprar unos minutos sexuales con la persona elegida. Es decir, el mundo de la prostitución exige derechos, pero también tienen obligaciones. Por lo tanto, el centro de la capital tinerfeña, ese pulmón que cada día activa la vida social, económica, empresarial y laboral, deben de cuidar más la imagen de la citada ciudad tinerfeña. El compromiso y deber de ese cambio y evolución social de la ciudad chicharrera está en las manos de los gobernantes de las instituciones gubernamentales, partiendo desde el Gobierno de Canarias.