14.10.2023 | Redacción | Opinión
Por: Rafael J. Lutzardo Hernández
Son de esas noches que intentas dormir y no puedes cerrar los ojos. Mientras la ciudad duerme, yo sigo despierto. Son las 13:55 de la madrugada. Lo que está sucediendo en estos momentos en el mundo no me permite dormir tranquilo. Vivimos bajo unas secuencias reales convertidas en unas barbaries mentales y esquizofrenicas. ¿Eso podría ser el resultado de la guerra bacteriológica de la Covid-19? No lo sé, pero si ese virus vino para cambiar el mundo, lo hizo para hacernos más viscerales e inhumanos.
Por otro lado, en estos momentos, y por una enfermedad, estoy intentando salvar mi vida para seguir viviendo con mejor calidad de vida y a la vez, en un mundo más comprensivo, sensible y humano; pero observo que las tragedias; las guerras, el odio, rencor, venganzas, egoísmos, y violencias, hacen presa y dueño del ser humano. Lo siento, no puedo dormir. El mundo se hace cada vez más difícil para vivir en el; un escenario convertido en cementerios vivientes y de muertos, donde la ambición del ser humano le deja ciego, para convertirlo en un ser terrorista, depredador y despiadado.
Como yo, pero en distintos escenarios hostiles del planeta tierra en estos instantes de la madrugada, miles de personas inocentes no pueden dormir. Las sirenas de las guerras no paran de sonar como avisos, alertando a la población para refugiarse en esos túneles que sirven como escudos de vidas humanas. Refugios, que quedan saturados por miles de personas asustadas por el horror de los sonidos de materiales bélicos asesinos que llevan como objetivos la muerte en cualquier hora del día.
Pese a todo ello, expreso un grito de mensaje de paz; en un mundo donde las guerras no tienen lógicas ni razones que se lleven a cabo. La vía normal y más reaccionaria es la comunicación para un buen entendimiento. La vida y la libertad es un derecho que todo ser humano le pertenece. Nadie tiene derecho arrebatársela por medio de la violencia. Sólo la muerte por Ley de vida es la que tiene la última palabra. Así pues, presumimos que somos los seres humanos más inteligentes de planeta tierra. Sinceramente; lo dudo.