16.04.2018. Redacción | Opinión
Por: Paco Pérez
pacopego@hotmail.com
El caso del máster en Derecho Autonómico de la Universidad Rey Juan Carlos, en el que se matriculó (pero no asistió nunca) la presidenta de la Comunidad de Madrid, ha servido para destapar no una, sino dos cajas de truenos y relámpagos.
En primer lugar, se ha puesto de manifiesto el desprestigio de la Universidad española con la concesión de determinados títulos académicos y con las exigencias de métodos y protocolos para la obtención de créditos o para la aprobación de asignaturas, en lo que parece se ha convertido un circo donde se rifan grados, licenciaturas, másteres y hasta doctorados.
Pensaba, como profesor universitario que he sido, que en determinados centros superiores los aprobados no se regalaban y menos aún los títulos académicos oficiales, pero a la vista está de que el asunto de Cifuentes no es una excepción y que se han cometido muchas otras barbaridades contra los cánones principales de la Enseñanza humana (con mayúscula) y que para ello se han prestado presuntos docentes con cierto prestigio que han obrado en contra de unos principios éticos, morales y deontológicos.
Me da por pensar que estamos en un país realmente surrealista, lleno de farsantes, de bribones, de sinvergüenzas, de personas sin escrúpulos, de inmorales y de seres sin unos principios mínimos, donde casi todo está permitido. Desde la corrupción, la manipulación de documentos, la falsedad, la prevaricación de cargos públicos dentro de un "totum revolutum" que será difícil, por no decir imposible, de limpiar algún día.
Y también quería comentar, como indico en el título de este comentario, la patética curricula de muchos políticos españoles, de todas las ideologías y tendencias, con unos historiales académicos falsos de toda falsedad y engordados con títulos y másteres que nunca llegaron a realizar.
En este grave error de presunción incongruente e innecesaria han caído muchos rostros conocidos, desde los socialistas Patxi López, Pedro Sánchez y Elena Valenciano, hasta los populares Cristina Cifuentes, Pablo Casado o el mismo Asier Antona, pasando por Íñigo Errejón y Juan Carlos Monedero, de Podemos, solo por citar unos cuantos casos. Y lo peor del caso es que no les ha importado mentir a cara descubierta.
Para dedicarse a servir los ciudadanos y defender sus intereses no hacen falta titulaciones académicas añadidas, sino una firme vocación de servicio a los demás, sin meter, por supuesto, "las manos en la lata del gofio". Por estas cosas y por muchas otras razones tenemos instalada la mediocridad más absoluta en la clase política de nuestro país y de este Archipiélago. Para llorar de tristeza, queridos lectores.