01.12.2018. Redacción | Opinión
Por: Rafael J. Lutzardo Hernández
El 2018 está a punto de llegar a su finalización. Por las calles de Santa Cruz me encuentro con muchas personas las cuales se sienten nostálgicas y triste, motivado por las fechas navideñas que están apunto de celebrase. Lo que en otra época supuso compartir estas fechas bíblicas navideñas en familia, ahora son recuerdos de sillas y mesas vacías. Ni que decir tiene, que mucha son las personas que comienzan a sentir en estas fechas cierta angustia ante la llegada de la Navidad. Consideran que, como todos los años, ya están aquí unas fiestas, donde la celebración en familia y con amigos, así como las comidas de trabajo y los regalos, son un conflicto. Es por ello, que los motivos son distintos por los que se rechaza este periodo festivo, pero sin duda alguna, la carga emocional que estas fiestas representa para algunas personas, terminan por generar un deseo de que pasen lo antes posible. Del mismo modo, muchas personas también hacen sus cálculos económicos relacionándolos con una época de consumo, donde los gastos se exceden, la oposición hacia un consumismo excesivo en días como el 24 de diciembre o el 5 de enero, compromisos propios de regalos a determinadas personas, cenas de empresas no deseadas, reuniones con antiguos compañeros de colegio o universidad. Todo junto hace que este sea un periodo atípico e irreal. Por tal motivo, escoger el lugar de la celebración, la comida, los invitados, los regalos y la presión que conlleva reunir a un número considerable de personas en sus hogares, implica una fuente añadida de angustia, pues la toma de decisión en algunas familias termina por suponer un conflicto entre sus miembros.
Las Navidades para muchos suponen el final del año, donde de forma más o menos consciente hacen un balance sobre lo transcurrido en el mismo. Dependiendo de este balance algunos considerarán que ha sido un año negativo y que se suma a otros tantos de no haber conseguido el éxito deseado, mientras que para otros, pueden hacer una revisión de un año cargado de éxitos o deseos conseguidos. Siendo la interpretación del año de una manera u otra, la persona encarará las Navidades con mayor o menor ilusión. Sea cual sea el motivo, debemos intentar averiguar qué es lo que realmente nos daña o por qué nos afecta este periodo festivo. Es decir, las Navidades en sí mismas no son dañinas, el dolor o la angustia que nos produce viene dado por algún conflicto propio no resuelto. Para darle solución es importante que sepamos cuál es, porque será ahí donde debamos trabajar para que este tiempo no suponga una angustia en nuestras vidas. Disfrutar de estas fiestas o no, dependerá de donde queramos poner nuestro foco de atención. Si nos fijamos en los que ya no nos acompañan, o en cómo hacer para sobrevivir a aquel familiar que no nos cae bien, o en la dificultad o gasto que suponen los regalos, etc., será difícil que este periodo sea agradable para muchos. Sin embargo, creo que, como en cualquier otras fechas o momentos de la vida de cualquier ser humano, si lo centramos en algo positivo, en lo que sí tienes, en lo que sí puedes disfrutar por pequeño que sea, las Navidades podrán ser un momento de disfrute y alegría para muchos.
Así pues, una Navidad que ya se aproxima al cierre del año 2018; donde muchas personas la ven con distintos ojos y pensamientos. Lo importante, es que las personas la disfruten en el seno familiar de sus seres queridos. Otros, desgraciadamente, la vivirán en los túneles del metro o en cualquier banco de una plaza o calle solitaria. Así es el mundo que nosotros mismo hemos construidos. Un escenario que hemos convertidos en castas y divisiones de clases sociales. Una época que nos transmite ilusión por poder estar en la mesa con los nuestros, pero también de recuerdos y lágrima por los que ya no están en nuestras vidas.