06.03.2017. Santa Cruz de Tenerife.
La mayor virtud de un alma sabia y bondadosa será siempre su complaciente humildad ante la ignorancia de otro individuo. Y, por el contrario, su mayor pecado será la soberbia, el orgullo y la arrogancia.
Recuerda siempre ser humilde, y estarás en la senda correcta para encontrar la verdadera sabiduría que yace escondida en el interior de tu Ser.
Nunca desprecies y humilles al que no sabe igual que tú, porque en él puede estar escondida la mayor lección y el más importante aprendizaje de tu vida. Sólo guarda silencio y observa, y si lo consideras adecuado, instruye desde el más sincero y claro respeto.
En la grandeza de la humildad se encuentra el profundo cariño y el verdadero amor que profesamos a todas las demás criaturas del Universo y a todo lo que nos rodean en este mundo; y de paso somos conscientes de cuán aún nos queda por recorrer en nuestro camino hacia la iluminación.
Ella nos conduce a la condescendencia franca hacia nuestros semejantes, y es la gran llave maestra para doblegar a esa fiera indómita que es el Ego, origen de todos nuestros males y pesares.
Además, ser humilde te permite también seguir creciendo en sabiduría porque siempre estarás dispuesto a aprender algo nuevo del que se cruza en tu camino, y de paso proporcionarás una solemne reverencia de afecto y gratitud a su alma.
Pensar que ya todo se sabe, que no se necesita aprender nada más, es el comienzo del aislamiento del Ser, y de la muerte que nos conducirá al estancamiento del espíritu.
Ofrece tu mejor sonrisa y tiende tu mano humilde y amiga a todo aquel que encuentres en la senda de tu destino, y podrás estar seguro, sin duda alguna, de que jamás te encontrarás solo en la tormenta. Sobre todo, cuando los tropiezos de la vida te obliguen a caer y tengas que alzar de nuevo la mirada para levantarte y poder proseguir tu marcha.
Ser humilde sólo es signo de ignorancia para aquellos que aún no conocen la grandeza que yace en el respeto y la tolerancia hacia los demás.