17.11.2018. Redacción | Opinión
Por: Paco Pérez
pacopego@hotmail.com
El próximo viernes, dia 23 de noviembre, el Ayuntamiento de La Laguna rendirá un emotivo homenaje póstumo a don Antonio Hernández Arvelo, el popular "Sargento Antonio”de la Policía Local, descubriéndose una placa con su nombre en el parque público que está entre las calles El Junquillo y Laurisilva, en el populoso barrio laguenro de La Cuesta de Arguijón, en un acto oficial presidido por el alcade, José Alberto Díaz, que comenzará a las seis de la tarde.
Antonio Hernández nace el 19 de julio del año 1929, en el seno de una familia humilde. Es el sexto de ocho hermanos. Nace concretamente en la C/ Nava y Grimón (C/ Del Agua), nº 28. Su madre, sirvienta, y su padre, jardinero, se conocen en la casa de Dña. Dominga Díaz, una señora que tenía una finca entre la C/ Herradores y el Barranco Cha Marta (hoy C/ Heraclio Sánchez).
En el año 1936, con 7 años de edad, estalla la Guerra Civil. Fueron tiempos de mucha necesidad. En plena contienda, sólo dejaban salir a las calles a las mujeres. Recuerda ir con su madre a un chorro ubicado más abajo del barranco Cha Marta a buscar agua. En aquella época, la gente que no tenían recursos en La Lagun iba a los comedores públicos en la parte trasera del Instituto Cabrera Pinto, que luego fueron trasladados a la Plaza del Adelantado.
En el año 1939, cuando tiene casi 10 años, termina la Guerra y comienza a compaginar los estudios en La Alhóndiga de La Laguna con la búsqueda de leña en el monte y la venta de periódicos. Tenía que vender cien ejemplares para ganar un real.
Antonio Hernández Arvelo, antes de su vinculación con el Ayuntamiento de La Laguna, mantuvo una estrecha relación con la siembra, la recogida de la papa, la trilla o la molienda del trigo. En estas labores, es donde se inicia en la cultura de las tradiciones laguneras, con las míticas historias contadas por los mayores, entre los que destaca el porqué del nombre de La Laguna o cómo los frailes que vivían en San Diego venían a comprar al mercado en sus barcas remando.
Además de estos oficios y labores del campo, D. Antonio comienza el aprendizaje de los oficios de dulcero y de panadero, además de ser botones en el Ateneo de La Laguna A ello debemos sumar las largas horas de colas que pasaba con la cartilla de racionamiento para onbtrener añlimentos básicos para su familia..
La leña que traía del monte la solía dejar en la Panadería Núñez, que estaba en la C/Bencomo. Con la leña que allí dejaba, le daban medio duro y dos panes. Un día, el dueño de la panadería, D. Juan Rodríguez Cabrera, le preguntó si le gustaría trabajar en la panadería y aprender el oficio, diciéndole que sí, que le parecía bien, comenzando al día siguiente como barrendero del local. Desde ese momento deja de ir al monte a buscar leña.
Poco después enferma y se ve obligado a dejar el trabajo. Padece una“pleuresía”, una enfermedad pulmonar, estando un año en cama. No había antibióticos. Cuando se recupera, se ve obligado a cambiar de empleo.
En el año 1941, con 12 años, comienza a trabajar en el Ateneo de La Laguna, como botones. Su función era la de cerrar el edificio por la noche, cobrar el recibo a los socios, etc. En ese momento, pertenecían al Ateneo las personas más relevantes de la ciudad, como D. Antonio Capote, Luis Buenafuente, Francisco Chávez, Joaquín Laínez, Nicolás Martí, etc. El sueldo en el Ateneo era bajo, por lo que tuvo que buscar otro trabajo.
Es entonces cuando comienza a trabajar en el “trapiche”, con D. Nicanor González Sánchez, un hombre de que venía de La Palma y que había estado en Cuba. D. Nicanor arrienda un solar en la zona lagunera de la explanada de San Juan (hoy C/Pablo Iglesias) con la finalidad de moler la caña y elaborar el azúcar y el ron. Antonio fue encargado de lo que se conocía como el “alambique”, una máquina traída de Alemania por el mismo Nicanor González, con la que se fabricaba el aguardiente, llamado también "Ron Laguna".
Con el paso de los años, a finales de los años 40, el trapiche comenzó a decaer, por lo que D. Nicanor decidió vender el negocio a otro señor. El nuevo propietario no lo sacó adelante, por lo que le embargaron y tuvo que cesar la actividad.
Por aquel entonces, con aproximadamente 15 años, ya estaba vinculado a la Cruz Roja. Tanto su padre como sus hermanos se encontraban ligados a las funciones de camilleros de la conocida institución. El padre era conocido como Sargento Isidro, ya que ostentaba dicha graduación en la organización humanitaria.
Posteriormente, trabajaría en la vidriera de D. Imeldo Bello y D. Luis Yanes, ubicada en la C/San Juan. Entró a trabajar en ella como ayudante de mecánico. Ahí aprendió también fontanería, instalando tuberías. Su estancia en la vidriera se alarga dos años, hasta que es llamado para el servicio militar.
Los primeros cinco meses presta servicio en Las Palmas, siendo destinado posteriormente al grupo de tiradores en Sidi Ifni, en África.
Al haber estado vinculado con la Cruz Roja, lo trasladan a enfermería del grupo de tiradores, allí se apunta a las acrtividades deportivas y es seleccionado para participar en los campeonatos celebrados en Hoya Fría, pudiéndose clasificar para la final nacional, que tuvo lugar posteriormente en Toledo.
Una vez finaliza el servicio militar, no puede continuar trabajando en la fábrica de vidrio, por lo que decide comprarse una furgoneta "Ford" para vender dulces, golosinas y chacinas por los pueblos de la isla. Salía los lunes a las cinco de la mañana y regresaba los sábados por la noche. No sólo vendía, también traía queso, naranjas, cueros de cabrito para hacer zurrones, etc.
En el año 1953, con 24 de edad, se casa con Grecia, su mujer. Ella nació y creció en la explanada de San Juan, lo que hoy se conoce como C/ Pablo Iglesias, donde estaba el Trapiche. Se conocieron de chiquillos, ya que Antonio transitaba su casa y conocía al padre de Grecia, Ezequiel, que sería luego su suegro.
Después de casarse, continuó algún tiempo más de vendedor ambulante, pero como había mucha competencia, decidió dejarlo.
Antonio Hernández Arvelo se decide entonces a alquilar un pequeño local donde anteriormente había existido el trapiche, en la explanada de San Juan, para montar una taberna. Allí iban a comer sobre todo empleados de la vidriera donde antes había estado trabajando. El negocio no daba para mucho, por lo que se tuvo que hacer feriante, instalando tableros de dulces en las fiestas más importantes de la isla: fiestas del Cristo de La Laguna, fiestas del Cristo de Tacoronte, las fiestas de Candelaria, etc.
Además de los trabajos mencionados, también trabajó ocasionalmente en Correos y Telégrafos, llevando a los estudiantes los giros que sus familiares les enviaban.
Años más tarde se entera por el periódico que el Mercado de La Laguna necesita un recaudador, no dudando en presentarse a ese puesto de trabajo.
En el año 1956, cuando ya en el Mercado Municipal de administrador, el Ayuntamiento convoca unas plazas para Cabos, decidiendo presentarse y aprobándola con la edad de 26 años, concretamente el día 13 de febrero de 1956. A partir de esa fecha, en cada ocasión que se ausentaba el jefe de la Policía Municipal, Antonio Hernández ejercía sus funciones.
Posteriormente, en el año 1960, se jubila D. Clemente Barreda, el sargento más antiguo del Ayuntamiento, siendo habilitado de forma provisional D. Antonio Hernández como sargento. Meses más tarde, en laépoca del alcalde D. Ángel Benítez de Lugo y Ascanio, asciende a la plaza de Sargento en propiedad.
A partir de aquí, comienza su periplo en el cuerpo de la Policía Municipal de La Laguna, jubilándose en el año 1994, después de 39 años de servicio. Durante este periodo, Antonio Hernández Arvelo ejerció en repetidas ocasiones la jefatura del cuerpo de la Policía.
Además de su faceta profesional como miembro de la Policía Local, dedicó su tiempo a la docencia, impartiendo clases de tráfico y seguridad vial en la Autoescuela Velox, trabajo que compaginó con la Policía durante varios años.
Solía hacer uso frecuentemente del conocido juego lingüístico lagunero "al verrés" o "al resve", una modalidad de habla utilizada por los habitantes laguneros de la época, que se comunicaban al revés con la finalidad de ocultar los mensajes.
Se jubiló en el año 1994, pero continuó al servicio de la ciudadanía como concejal en dos mandatos, el último de ellos al frente precisamente del área de Policía Local.
Sin duda, una vida ajetreada, con numerosos trabajos, de este hombre inquieto, sociable y muy trabajador, que se granjeó la amistad de la mayoría de los laguneros, que ahora le homenajean justamente poniendo su nombre a un parque de La Cuesta.
Nuestra enhorabuena a todos sus familiares y, en especial a su hija Sonia, querida amiga nuestra.
Fotografía: elcotarro.com