La incertidumbre ha venido para quedarse

07.01.2020 | Redacción | Opinión

Por: Óscar Izquierdo

Presidente de FEPECO

La falta de seguridad y consistencia política crea desconfianza, termina propiciando inquietud, quizás la mejor definición de lo que está pasando en nuestro país. Estamos viviendo unos momentos delicados, complicados y también confusos, hace falta sosiego, que implica serenidad. Un nuevo ejecutivo, siempre acarrea recelo, para bien o para mal, pero no deja a nadie indiferente. Por primera vez desde el comienzo de la Transición en España, contaremos con un gobierno de coalición, la mejor escenificación del cambio que se ha producido en los últimos años, somos diferentes, hemos pasado de un sistema bipartidista, a otro multipartidista con un Congreso muy atomizado, con muchos partidos políticos, con una representación, en algunos casos, muy pequeña, pero presentes en el Palacio de las Cortes.

También ha sufrido una alteración significativa y diríamos que, de manera cualitativa, los agentes participantes. No tienen nada que ver con la integridad de la primera generación de políticos, artífices del ejemplar cambio de régimen que se produjo en nuestro país. Ahora estamos sufriendo, mayoritariamente, una clase política mediocre, acomodada, sueldóloga y extremadamente interesada en conseguir prebendas personales. Es lo que hay, es lo que tenemos. Pero eso no significa resignación, todo lo contrario, desde la sociedad civil, hay que propiciar un cambio para mejor, volviendo a dignificar la política como servicio, desde el impulso propiciatorio de que no se puede ir a medrar cuando se pretende acceder a un cargo público. Claro que se puede conseguir, si los representantes civiles, económicos o sociales, contaran con la suficiente valentía para abandonar el servilismo, la canonjía o el silencio sonoro, por seguir recibiendo favores, ventajas o beneficios particulares.

Para el acontecer económico, el peor escenario que se pueda dar es el de la incertidumbre, porque aumenta la cautela ante la deriva que puedan tomar los acontecimientos. No sirve para mejorar y mucho menos para crecer y ya no digamos para potenciar la creación de empleo. La iniciativa privada, el tejido empresarial, es quien lidera el progreso, por lo que debe tener una suficiente garantía de estabilidad, seguridad jurídica y libertad de empresa. Ponerlo bajo sospecha, despreciarlo o intentar subyugarlo es un error, que se paga con el empobrecimiento generalizado de la sociedad.

La historia nos ha enseñado que gobernar desde la pura ideología, imponiéndola, es un fracaso anunciado. La crónica de los países del este de Europa, son un ejemplo, para no cometer los mismos errores. El capitalismo, con las correcciones necesarias, es el sistema eficiente para conseguir un desarrollo económico suficiente, que propicie la búsqueda del confort generalizado. El comunismo fracasado, junto al populismo roto llevan tácitamente la pobreza, el enfrentamiento y la desvertebración social, allí donde se han impuesto o pretendan implantar. Los experimentos en la economía suelen ser dañinos y recuperarse después es bastante arduo. Las alegrías teñidas de promesas incompatibles con la seriedad de poderlas cumplir sólo traen desencanto. La gobernanza de la cosa pública es más seria, que los meros eslóganes propagandísticos.

Los empresarios e inversores necesitan confianza, porque la incertidumbre tiene repercusiones negativas sobre el consumo, contrae o encarece el crédito, paraliza la inversión y por supuesto, frena la contratación de trabajadores. La seguridad se transmite principalmente con los hechos y eso se gana con el tiempo y con lo que se hace.

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