La hora de la reflexión

21.07.2018. Redacción | Opinión

Por: Rafael J. Lutzardo Hernández

No es cuestión de buscar culpables y errores sobre lo que motivó que 12 niños y su entrenador de un equipo de fútbol de los ´Jabalíes salvajes´, se adentrasen en una cueva que tiene diez kilómetros de longitud, la cuarta más larga de Tailandia, cobrándose y una víctima mortal. Un socorrista ex miembro de la Marina del país asiático se quedó sin oxígeno después de llevar alimentos a los niños atrapados. La cueva de Thuam Luang está situada en el norte del país, cerca de la frontera entre Myanmar y Laos. Lo importante, es que 13 personas pudieron salvar sus vidas gracias a la intervención de un grupo de valientes hombres que arriesgaron sus vidas por una causa humanitaria justa y solidaria.

Los ojos del mundo han estado muy pendientes de lo que estaba sucediendo. Millones de personas han rezado y han puesto miles de ofrendas para que las 13 personas refugiadas en la cueva pudieran salir con vida. De todo ello, se podrá sacar muchas conclusiones y valoraciones. Con el objetivo de que no vuelva a ocurrir un sufrimiento en vida como lo que han vivido los niños y su entrenador. También, millones de personas que han estado muy pendientes y sensibles ante una realidad que en muchos momentos generó dudas e incertidumbres por las vidas de las citadas 13 personas.

Para muchos, en lo que respecta a las creencias religiosas, el hallazgo de las 13 personas fue producto de las plegarias del monje. Tailandia es un país profundamente religioso en el que el budismo, profesado por un 95% de la población, se mezcla con otras creencias animistas de diversas procedencias. De hecho, según la tradición local de la zona de Mae Sai, el distrito donde se encuentra la cueva, la gruta está habitada por una antigua princesa que se había quedado embarazada de un plebeyo y que escapó a la cueva después de que su padre se enterara y enfureciera.

El amante fue asesinado por los soldados del rey, y la princesa, al ver que su enamorado no llegaba, se suicidó. Su sangre se convirtió así en el río Mae Sai, que fluye cerca de la gruta, y su cuerpo, en la montaña Doi Nang Non que ha engullido a los niños.

Por otro lado, ya se está barajando en hacer una película; un libro y aprovechar la cueva como reclamo turístico. Sin duda, cualquier cosa que provoque sufrimientos y muertes, son utilizados para entrar en el mundo del capitalismo. Es hora de la reflexión. De aprender incluso de sucesos tan

desesperantes como el ocurrido en Tailandia. No todo es malo y prueba de ello es el ejemplo que han dado los voluntarios que han participado en el rescate de las 13 personas. Del mismo modo, la solidaridad de millones de personas con sus plegarias invocando a sus dioses toda la suerte para los niños y su entrenador. No sé si fueron los dioses quienes intervinieron, pero si es cierto que los niños y su entrenador salvaron sus vidas por la valentía de un equipo especializado en rescate de alto riesgo.

Vivimos en un mundo cada vez más materialista y menos sensible, pero aún quedan personas de buena voluntad, comprometidas por las causas más necesitadas y justas. Esperemos que esos niños cuando vayan madurando en años y experiencias recuerden todo esto como una parte de su etapa, pero con un final feliz, especialmente porque lograron salvar sus vidas. Las imprudencias, si es que lo fue, son facturas que se pueden pagar muy caras, como fue el caso del buzo rescatador. Un valiente hombre que dio su vida por los demás.

 

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