La escopeta nacional

11.11.2024 | Redacción | Opinión

Por: Óscar Izquierdo

Presidente de FEPECO

Luis García Berlanga director de cine y guionista español fue un verdadero genio personal y profesionalmente. Sus películas brillantes, con argumentos implícitos y a la vez, paradójicamente, explícitos, quedan en la historia de nuestro país como una referencia cultural de primer orden, totalmente insoslayable.  Recordamos títulos famosos como “El Verdugo” o “Bienvenido Míster Marshall”, con profundas ironías, acompañado de ácidas puyas, referidas a la etapa social y política en que se realizaron cada una de ellas. Supo escabullir la censura de la época con inteligencia y humor incisivo, consiguiendo múltiples galardones en los más importantes festivales, como en CannesVeneciaMontrealBerlín, así como el Premio Nacional de Cinematografía, la Medalla de Oro de las Bellas Artes, el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, el Goya al mejor director por su película “Todos a la cárcel”, siendo elegido miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. “La escopeta nacional” de 1978, a principios de la Transición política fue un rotundo éxito, abrumador, siguiendo una zaga con Patrimonio nacional en1981 y Nacional III en1982. No puedo negar mi admiración a su talento. 

La referencia a su persona y a la película que encabeza el título de este artículo viene dada por la situación por la que atravesamos desgraciadamente en nuestro país. Fue un hombre siempre fiel a sus ideas, que defendía con apasionamiento, diríamos que romántico, pero siempre dentro de las normas del respeto hacia el otro, buscando la concordia, pero sin dejar fuera el retintín. La escopeta, esa arma de fuego portátil, con uno o dos cañones, que dispara cartuchos o perdigones y suele utilizarse para cazar, viene a reflejar simbólicamente el instrumento analógico que utilizan los políticos al corriente, para hacer de la actividad pública un verdadero combate dialéctico, con enfrentamientos desenfrenados, estériles y cansinos. Son verdaderos patos, que lo que les gusta es revolcarse en el fango, palabra tristemente actual.

Ante una hecatombe como la que sufren miles de ciudadanos en las zonas afectadas por las copiosas lluvias, en vez de mostrar empatía, acercamiento, comprensión y sobre todo, unión, para intentar, difícil es, solucionar conjuntamente los múltiples problemas que se plantean, vemos de nuevo el gallinero político nacional en su más alocada efervescencia, disparándose unos contra otros en un frenesí de venganzas personales, partidistas e ideológicas y encima, con la vergüenza asumida de la huida de responsabilidades. Todo lo contrario de lo que deberían hacer o esperar los vecinos que lloran por todo lo que les ha sucedido. Ya Erasmo de Rotterdam, humanista y teólogo neerlandés manifestó que “de la diferencia nace la discordia y de la discordia viene el apartamiento de la unidad.”

Estamos hartos de tantas batallas improductivas, de peleas de patio de colegio en personas maduras, adultas y algunas con estudios académicos avanzados, otros, la mayoría, se quedaron en ser puros y vergonzantes burócratas del partido político correspondiente, que parece que trae más beneficios económicos, porque se aseguran un cargo público, por lo menos durante cuatro años como mínimo, que les permite ingresar unos réditos más que suficientes, que no conseguirían, ni soñando, fuera de la política, ya que no tiene en el campo abierto, ni oficio, ni beneficio.

La desafección social hacia la élite, es decir, la minoría selecta o rectora que nos gobierna es más que evidente. No queda fuera de esa animadversión la oposición porque, aunque no les guste que se les diga, casi todos son iguales, aunque se vistan de distintos ropajes o colores. Desde luego hay excepciones, pocas, pero valiosas. España no se merece seguir aguantando una clase política mezquina.

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