22.03.2017. Redacción.
Por: Paco Pérez.
Por diversas razones familiares y personales, siempre he tenido una estrecha relación con la enfermería, empezando por decir que mi abuelo paterno, Ramón Pérez González, a principios del siglo XX, era uno de los dos únicos practicantes que había en toda la ciudad de La Laguna y mis dos hermanas y mi actual esposa trabajaron durante muchos años en la Sanidad pública y privada.
Escrito lo anterior y por mi experiencia como paciente en los dos sistemas de Salud existente (el público y el privado), puedo afirmar con rotundidad que la enfermería es una de las profesiones más maltratadas en la actualidad, tanto por la Administración pública como por las empresas particulares del sector.
En la mayoría de las clínicas y centros privados la profesión es machacada continuamente, exigiendo al colectivo trabajos masivos, turnos de mucha duración y salarios tan bajos que deprimen a cualquiera y que, quiérase o no se quiera, repercute finalmente en la calidad asistencial.
Pero el mismo maltrato de enorme carga de trabajo ocurre en los hospitales de referencia, sobre todo, y en los distintos centros de salud La escasez de las plantillas de profesionales repercute gravemente en los servicios, capaces de reducir las listas de espera de las consultas especializadas y las intervenciones quirúrgica, con lo que nos encontramos al borde de un bloqueo total del sistema público.
A pesar de ser un trabajo verdaderamente vocaciones, entre el colectivo se extiende el mal humor y la contrariedad y en determinados centros hospitalarios se está empezando a asear y bañar a los pacientes ingresados después de almorzar, porque los enfermeros (que se responsabilizan además, no lo olvidemos, del seguimiento estricto de los tratamientos médicos en las diferentes plantas), sin referirnos siquiera a la enorme masificación que se producen en los servicios de Urgencias, situación que ya se puede considerar como un mal endémico en la Isla de Tenerife, el territorio insular peor tratado por los gobiernos autonómicos de Coalición Canaria.
¡Que Dios nos coja confesados, cristiano¡