23.09.2017. Redacción / Opinión
Por: Paco Pérez
pacopego@hotmail.com
A pesar de que hagamos un esfuerzo ímprobo para mantener una cierta y aceptable calidad de vida, la triste realidad es que el paso del tiempo no perdona y, a medida que vamos cumpliendo años, nuestras capacidades mentales y físicas menguan progresivamente, a distinta velocidad según cada persona, pero sea como sea ese deterioro se hace cada más más patente.
A mí me complace mucho ver en la actualidad, por los adelantos experimentados por la ciencia y la medicina, a ancianos octogenarios sanos y muy vitalistas, pero me supongo que cada uno llevará su propia procesión por dentro, como suele decirse y nadie está a esas edades libre de limitaciones.
Uno mismo, que dentro de unos meses (catorce, para ser exactos) llegará a los sesenta años de vida --si no fallezco antes-- ya nota esas limitaciones. No puedo echar una carrera por la calle si llevo prisa, para ponerme unos calcetines me tengo que sentar en la cama o en una silla, porque mis manos ya no alcanzan los dedos de los pies, he de recurrir a una lupa cuando leo algo escrito con una letra muy pequeña o para fijarme en un detalle determinado de una foto...
A determinadas edades tenemos que moderar el consumo de comidas, y no está uno para salir de juerga y beber unos cuantos tanganazos de vino del país en cualquier guachinche, porque la resaca puede ser mortal y el dolor de cabeza la mañana del día siguiente insoportable.
Tenemos que tener cuidado con los alimentos que nos llevamos a la boca y erradicar de nuestra dieta a los llamados tres asesinos blancos: el azúcar, la sal común y las harinas blancas refinadas; abstenernos de comer carnes rojas y alimentos grasientos, todo ello para evitar males mayores como la peligrosa hipertensión o el no menos dañino colesterol en sangre.
No aguantamos tanto tiempo de pie esperando en cualquier cola para resolver un trámite o para entrar en un museo o en un cine y tampoco tenemos los mismo reflejos en la carretera, por lo que debemos de conducir más despacio y de manera muy prudente, y tampoco podemos cargar grandes pesos como antes, por lo que en mi caso he optado por hacer la compra y pedir que me la lleven a mi domicilio.
Toso bicho viviente nace, crece, se desarrolla, se deteriora progresivamente, envejece y muere. Creo que deberíamos estar conformes con la edad que tenemos en cada momento y asumir cada situación temporal como lago normal, con sus ventajas e inconvenientes. Por eso me repatea que a algunas personas les guste aparentar que son más jóvenes de lo que realmente son. Me parece una auténtica estupidez.