La auténtica espiritualidad.

20.03.2017. Santa Cruz de Tenerife.

Por: Grego Calzadilla.

La Espiritualidad no es una religión ni un estilo de vida, es una manera profunda y solemne de sentir la vida. Una forma de experimentar la existencia desde la conexión interna con tu propio Ser.

La religión está basada normalmente en el miedo a un castigo, en procurar ser mejores simplemente para obtener el beneplácito  de un dios que nos observa en las alturas y nos censura o nos premia según nuestro comportamiento. La Espiritualidad, en cambio, no niega a ese Dios sino que lo integra de manera amable y bondadosa  en nuestro corazón, sin fisuras ni rechazos, y sin que tenga que juzgarnos o castigarnos por algo que hemos hecho mal. Ese dios sólo nos ayudará y nos sustentará con todo su amor en nuestro camino de crecimiento vital.

Por otro lado también, el creer que ser espiritual es basarse solamente en hacer ciertos rituales, en vestir de ciertas maneras determinadas, o en adoptar ciertas costumbres imitadas del comportamiento de algunos gurús,
sin entenderlas ni integrarlas profundamente en nuestro interior, es sólo estar siguiendo una moda que a la larga nos encarcelará más que liberarnos.

El imitar ciertas “formas” sólo se vuelve dañino si no se cultiva y se comprende el “fondo”. El que imita por imitar se niega a sí mismo, y se adentra en un peligroso sendero de caos y confusión que le extraviará aún más.

La verdadera espiritualidad se basa en una forma “de sentir” nuestra existencia y nuestra conexión con el Cosmos y con “el Todo” que se sustenta en cuatro grandes pilares fundamentales:

*LA APRECIACIÓN CONSCIENTE
*LA CONFIANZA PLENA
*LA ESPERANZA POSITIVA
* Y LA GRATITUD SINCERA.

La APRECIACIÓN CONSCIENTE te ayuda a entender que todas las pruebas, todas las caídas y todos los tropiezos, cuando surgen y son necesarios, sólo están ahí para facilitarnos nuestro crecimiento y desarrollo personal. Y todos conllevan siempre un aprendizaje positivo que nos conducirá a ser más felices y plenos.

Con ello te esfuerzas en ser feliz para ser mejor persona, no en ser mejor persona para ser feliz. Tu auténtica lucha no es con el prójimo sino con tu propio ego y con tus miedos. El prójimo y las pruebas que resultan de tu
interacción con él, sólo son simples herramientas que tu alma te proporciona para superarte a sí mismo, no para superar a los demás. Reconoces a los demás como tus hermanos espirituales y no como tus rivales o tus enemigos; y estás profundamente agradecido de poder crecer con y junto a ellos.

Si del contacto con otras personas surgen heridas y decepciones, te esforzarás en entender qué es lo que han hecho mal ambas partes, y no sólo los otros. Intentarás mejorar lo que te corresponda, de manera constructiva
y sin culparte ni castigarse destructivamente a ti mismo; y si la reconciliación con esas personas no es posible en ese momento y en esas circunstancias, te apartarás de su camino sin criticarlas ni hacerles daño,
sólo entendiendo que todos nos esforzamos por mejorar, pero no todos vamos al mismo ritmo. Demuéstrate a ti mismo cuál es tu nivel en esa escala. Y recuerda que a más altura, más tolerancia, más condescendencia y más
capacidad de olvido y de perdón.

LA CONFIANZA PLENA  y la ESPERANZA POSITIVA te ayudarán a entender que nunca estás solo en la batalla, y que siempre después de la tormenta viene la calma y lucirá el sol, SIEMPRE. Te darán una fuerza inmensa y descomunal para levantarte en las caídas y no sucumbir a la amargura de los fracasos, porque entenderás cuál es la causa y el motivo de éstos. Y finalmente, cuando los hayas superado, saldrás reforzado sin que tengas que haber padecido un gran sufrimiento o te queden dolorosas cicatrices.

Finalmente, LA GRATITUD SINCERA, te ayuda a valorar mucho más conscientemente a tus seres queridos y las personas que te acompañan en tu existencia; y te motivará a disfrutar de ellas, dedicándoles tiempo, queriéndolas como son, sin reproches, y respetándolas y amándolas profundamente desde el corazón.

LA GRATITUD SINCERA también te permite apreciar y considerar mucho mejor la salud de tu cuerpo y las posesiones materiales que se te han sido dadas para tu comodidad y bienestar, poniendo más tu atención en lo que tienes que en lo que te falta o has perdido. Las valoras más adecuadamente y disfrutas de ellas como un regalo, siendo consciente de que en cualquier momento las puedes perder, y no dando por sentado arrogantemente que las tendrás para siempre o que te pertenecen por derecho propio.

Éstos son los cuatro pilares básicos que una persona realmente comprometida con su espiritualidad se esfuerza en mantener y mejorar concienzudamente cada día, sin aspavientos ni pomposidades, sólo reflejándolos fielmente en la paz que emana de su interior, en la calidez de su sonrisa y muestras de cariño, en la sinceridad y honestidad de sus abrazos y besos, en el acompañamiento del desvalido y del enfermo, en su humildad y respeto hacia todas las criaturas y todas las cosas de la Creación, en su tolerancia, comprensión y compasión hacia sí mismo y hacia los demás, y en la bondad de su corazón junto a la ternura de su mirada.

Esa persona con madurez espiritual, la mayoría de las veces pasa desapercibida en la práctica de las formas, pero destaca y sobresale en demasía en el cultivo exquisito del fondo. Es un superviviente nato que ha sabido escapar del yugo de la religión inquisidora y culpabilizadora sin necesidad de negar a Dios ni ser ateo, y que ha aprendido a aceptarse, tolerarse y quererse a sí mismo como una extensión divina de ese Dios todopoderoso.

Puede ser una humilde y atareada ama de casa que se ocupa de sus niños, sin tiempo para meditar o contemplar una puesta de sol, o puede ser la dependienta de la tienda de la esquina. Puede ser el barrendero que te
encuentras cada mañana en tu portal o el anónimo cartero que deposita cariñosamente tu correspondencia en tu buzón. Puede ser el policía al que insultas porque te ha puesto una multa de aparcamiento, o el guardia jurado
que vigila tu barrio mientras tú duermes apaciblemente. Puede ser el celador de una cárcel o el político que desempeña con honradez su labor. Puede ser el voluntario de una ONG o el sacerdote de tu parroquia. Puede ser tu vecino, el maestro de tus hijos, tu médico o el mendigo que te encuentras pidiendo limosna y al que procuras evitar. Puedes ser tú o puedo ser yo.

No hay perfiles, no hay arquetipos, todos podemos ser y considerarnos seres espirituales y luminosos sin avergonzarnos por no cumplir unos requisitos externos que están de moda o no nos resuenan, si desempeñamos un trabajo en la sociedad que se aleja de los cánones establecidos de gente más espiritual, o si sentimos pasiones naturales que todo ser humano puede sentir. No te castigues, te sientas “sucio” o indigno, y no renuncies a tu particular forma de ser o de vivir la vida, si eso te hace sentir alegre y feliz y te hace gozar con plenitud y satisfacción de tu existencia.

Sólo si hemos aprendido a conectar correctamente con ese vínculo interno nos une a “La Fuente” y que nos enseña a apreciar la felicidad en todas las cosas, en la vida misma y en el simple hecho de existir, habremos
encontrado la senda correcta de la verdadera espiritualidad sagrada.

Recuerda que no has escapado de la religión para caer en otra cárcel que te ahoga y te aprisiona, sino en un estado de conciencia que te libera de las ataduras y creencias que hasta ahora te habían limitado como Ser.

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Grego Calzadilla

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