23.11.2017. Redacción / Opinión.
Por: Paco Pérez
pacopego@hotmail.com
El otro día me comentaba una joven venezolana que vino a Tenerife como inmigrante hace ya unos años, como consecuencia de la horrible situación social, económica y política que vive su país, que nuestro país tiene que controlar más la afluencia de personas procedentes de los más diversos países, porque igual que entre los refugiados sirios que llegan a Europa se cuelan terroristas del llamado IS (estado islámico por sus siglas en inglés), a nuestro archipiélago están llegando "malandros" procedentes de la república hermana del Caribe.
Dios me libre de ser racista o clasista. No se trata de eso. Se trata de evitar que vengan a las islas gentes con muchos antecedentes penales, auténticos delincuentes, que pueden incrementar las bajas cuotas de inseguridad ciudadana que hay en Canarias, y no estoy bromeando, porque esta mujer con la que hablé está bastante bien informada y advierte de ese peligro.
El Archipiélago siempre ha sido muy hospitalaria y aquí siempre se ha recibido con alegría y hasta con entusiasmo a la gente de bien, al contrario que otros pueblos más reacios a albergar gentes de otros lugares. Además, el pueblo canario estará eternamente agradecido a Venezuela, que acogió durante muchos años, sobre todo en la larga etapa de la posguerra civil española, a decenas de miles de isleños, que aportaron su mano de obra a una republica pujante en su momento, y que hoy vive una tremenda crisis, de difícil solución.
Como bien dijo en su día el recordado periodista Ernesto Salcedo, Venezuela es para los canarios, la "octava isla" de nuestro Archipiélago y no nos queda otra que recibir como estamos recibiendo a un enorme contingente de venezolanos descendientes de isleños, pero nuestras fuerzas de seguridad tienen la obligación de controlar a quienes se aprovechan de ese flujo y se cuelan como inmigrantes, cuando en realidad son personas potencialmente peligrosas, que han delinquido en su país de origen y que podrían estar dispuestos a seguir cometiendo delitos tras su disimulado establecimiento en las Islas.
No quiero que se me malinterprete, porque no deseo ofender ni herir la sensibilidad de nadie. En Venezuela sus habitantes lo están pasando muy mal y es lógico que quieran emigran, por ejemplo, a Canarias, pero creo un deber advertir que entre toda esa gente que pide ayuda y que busca un futuro mejor junto a nosotros (como muchos isleños buscaron su porvenir en aquel país o en Cuba, por ejemplo) se están colando algunos seres indeseables en cualquier sociedad.
Apuntado queda.